Estudiar la
sociedad supone darle una mirada desde diferentes ángulos: el económico,
cultural, político, social, ambiental e histórico. Y analizar las
manifestaciones contemporáneas exige no confundir las consecuencias con las
causas, y para ello no hay nada tan relevante como incursionar en los orígenes
de los grupos humanos que pueblan una región o país
En el caso que
nos ocupa esa zona o región es la península de Azuero y el hombre que la
habita, independiente que le llamemos santeño, herrerano, peninsular, orejano o
azuerense. Sin embargo, la tarea se ve obstaculizada por la falta de fuentes
documentales, porque en el pasado no hubo preocupación por colocar en blanco y
negro los sucesos, estadísticas y testimonios biográficos de las mentes más
preclaras de la región. Algo de ello aparece en la segunda mitad del siglo XIX
y se hace más patente en la vigésima centuria.
El período
precedente, el que corresponde a la colonia, aún está pendiente por esclarecer
y asoma su rostro en las crónicas, no siempre fiables, de los siglos XVI, XVII
Y XVIII. Sin embargo, acude en nuestro auxilio la existencia de los archivos
parroquiales. Los documentos que contienen relatos en donde los curas registran
bautismos, matrimonios y defunciones. Y en donde, además, encontramos informes
que los obispos redactaron en sus visitas pastorales.
Tener acceso a
tales escritos permite leer, indirectamente, la estratificación social, con sus
referencias a cruces grandes, chicas y entierro de limosna. El asunto del poder
político, económico y religioso es otra temática que se desprende de tales
referencias documentales, así como sobre las familias que ocupaban puestos
burocráticos y que entraban en alianzas matrimoniales para sostener las
prerrogativas sociales.
Algunos de los
presbíteros, por ejemplo, procedían de tales alianzas familiares en las que se
entrecruzan el poder terrenal y el divino. Ello es patente en las composiciones
de las cofradías; las asociaciones que la Iglesia católica avalaba con fines
piadosos y que administraban los bienes de una figura religiosa, la de la virgen
del Carmen, por ejemplo.
Los archivos
parroquiales son valiosos auxiliares en la reconstrucción de la sociedad
colonial, de unión a Colombia y aún del período republicano. Con ellos es
posible asumir estudios genealógicos y tener una idea aproximada de la
composición de diversas familias, así como de sus nexos regionales y relevancia
social.
De lo planteado
se colige que es imperioso la preservación de los archivos parroquiales que con
tanto celo ha conservado la Iglesia católica desde el siglo XVIII. Allí está
registrada la vida de nuestra población, datos históricos que son fundamentales
para comprender nuestros orígenes como grupo humano. Adentrarse en la lectura
de ellos es abrir la puerta a un mundo fascinante, cuyo embrujo cautiva al
investigador, quien sentado frente a los añejos pergaminos logra auscultar los
antiguos caminos por donde transitaron nuestros antepasados.
…….mpr…
1/VI/2022
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