1. La ciencia y la religión siguen siendo, no obstante las transformaciones de
Hoy el hombre viaja al espacio sideral, explora los planetas del Sistema Solar, pero en la Tierra deja a una familia que eleva por ellos una plegaria. Así, en el año 1969 y en el mes de la Patrona Santa Liberata, dos terrícolas colocaron sus pies sobre la Luna. En aquella ocasión dijo Neil Amstrong: " Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad". Casi veinticinco años después de aquel suceso, he leído los relatos de dos astronautas: Michell Collins (El Portador del Fuego) y James B. Irwin (Un astronauta...y la lumbrera de la noche). El primero circunvoló la Luna mientras sus compañeros recorrían la superficie selenita y, el otro, en el año 1971 pone sus pies sobre nuestro única satélite en el Apolo 15.
Hay en esas narraciones mucho de ciencia, importantes descripciones de naves espaciales y de detalles técnicos, pero oculto entre el mundo científico salta a cada rato el gusanillo de la religiosidad. Un hombre que muestra su asombro ante la magnificencia de la creación y que se mira dentro de ella como una partícula cósmica.
Leyendo sobre todos estos temas nos quedamos embelesados del prodigio que se produjo en los seres humanos. Somos entes hacedores de cultura y permanentemente preocupados por nuestro avance científico y tecnológico. Sin embargo, no todo es risas y avances en nuestro andar por el mundo. Acaso uno de nuestras mayores limitaciones contemporáneas sea la ausencia de espiritualidad. La dura lucha por la subsistencia nos crea una coraza e insensiblemente vemos en nuestros juguetes electrónicos la carencia de ideales y un mundo lleno de antivalores. A veces, los homínidos podemos sentir que algo no anda bien en nuestro mundo interior, y ese puede ser un primer llamado de atención que no podemos desoír.
2. Si el hombre hace cultura, dentro de ese mundo un papel relevante corresponde a sus creencias religiosas. Se comprende, por ello, que cada sociedad posea su particular cosmovisión impregnada de rica religiosidad. En nuestra América el hecho religioso está sazonado con ingredientes disímiles, pero a su vez armoniosamente entrelazados. Si los españoles nos traen su idioma y su poderío militar, con ellos también arriban sus valores culturales y sus creencias religiosas. Hermosas tradiciones que se visten de africanidad e indigenismo. Por ello, cuando llegamos al siglo XVIII, la fuerza del hecho religioso toma cuerpo en los retablos coloniales con sus rostros de angelitos trigueños y sus gajos de uvas. En cambio, las creencias de los esclavos africanos adquieren carta de ciudadanía en el vudú y en fenómenos como El familiar, que tan amenamente narraron nuestros abuelos.
En el caso de Azuero la religión católica siempre ha sido un importante componente de nuestra sociedad orejana. No podemos comprender nuestra cultura sin considerar este poderoso factor de poder y socialización. La casa de Dios siempre estuvo allí, en el pueblo, en el sitio por antonomasia de la dominación colonial. Toda un mundo se entrelazó en su tejido social y al igual que sucedió en Grecia, Roma, El Antigua Egipto y la cultura mesopotámica, el hombre mezcló lo sagrado y lo profano, la religiosidad y el jolgorio. Es frecuente encontrar en las centurias anteriores a obispos que con frecuencia se quejan, en sus informes escritos en los archivos parroquiales, de que nuestra gente usa los santos "como pretexto para hacer fiestas". Este catolicismo indiferente, como le llamó Hernán Porras, aún se proyecta sobre la sabana antropógena azuereña.
Habitando una región en donde prosperó el minifundio, en llanuras irrigadas por ríos y de suaves colinas acariciadas por el viento, el hombre no sólo sembró maíz y domesticó animales, sino que erigió ermitas en las que colocó una imagen religiosa. Una encrucijada de camino, el encanto de una fuente de agua entre los bosques, el asesinato de un cristiano, tales fueron algunos de los motivos que condujeron a recordar con el símbolo de la cruz un hecho trascendental para esos antepasados nuestros que retaban a la naturaleza mientras clamaban al cielo por mejores días.
El establecimiento de poblados en torno a ermitas es una constante en los países latinoamericanos. Por ello no es de extrañar que una mezcla de historia, leyendas y religiosidad se haya forjado en torno al surgimiento de una de los pueblos más alegres y trabajadores del Istmo: el Pueblo de Santa Liberata de Las Tablas, según la denominación del poblado hasta bien entrado el siglo XIX.
3. Hay cuatro componentes, que desde los miradores de finales del siglo XX, están ligados indisolublemente a la ciudad de Las Tablas. Me refiero al Canajagua, el carnaval, Belisario Porras y Santa Librada. Todos ellos forman, sumados a otros factores culturales que sería largo enumerar, lo que podríamos denominar, utilizando una expresión de Jorge Conte Porras, la tableñidad.
Nada simboliza más su tierra para el tableño raizal que la Patrona Virgen y Mártir Gallega. Santa Librada o Santa Liberata es un estandarte de identidad cultural para el tableño. Le acompaña a todos los lados y en todos los momentos. Estampas, medallas, oraciones, décimas, interpretaciones musicales, "mandas", caminatas y hasta los acordeones gritan a los cuatro vientos la devoción.
El hombre nuestro la ha hecho suya en algo más de tres siglos de adoración. Todo escritor santeño le ha dedicado en algún momento algunas páginas de su producción. Desde Belisario Porras hasta Oscar Velarde Batista, pasando por Lisandro Espino, Sergio González Ruiz, Claudio Vásquez, así como muchos otros intelectuales y cultores del folclore.
Librada es el nombre que llevan algunas mujeres santeñas y ¡cuántas Abarroterías Santa Librada no existen diseminadas por el país!. Santa Librada es el nombre de una barriada, denominación de pensiones, el nombre de un transporte colectivo; a Santa Librada se le ofrece desde un par de moños hasta una prenda de oro. Sin olvidar una misa o una larga caminata en romería desde un pueblo lejano.
El tableño siente como algo tan suyo a su virgen, que con esa informalidad que distingue a los pueblos de nuestra América Morena, la identifica con un apodo. Le llama, por ejemplo, La Moñona y La Chola. Y esto que para algunos podría significar una irreverencia no lo es. Porque nosotros, como los andaluces, somos muy dados a dejar a un lado los patronímicos y decir Juan el de Petra, El Poste de Macano Negro o Rabo de Micho. Y es que esto sólo lo hacemos con aquellas cosas que amamos, que tenemos cerca y que hemos acogido dentro de nuestra intimidad.
4. Por todas las razones arriba expuestas, para mí ha sido en extremo placentero que la Licenciada Aída María Díaz Domínguez me llamara para que presente su libro Santa Liberata de Las Tablas. Este es un texto en el que se realiza una importante compilación sobre los escritos de autores nacionales y extranjeros que guardan alguna relación con la Patrona de Las Tablas.
Cuando alguien me llama para un tipo de evento como el indicado, trato siempre de participar y sacar tiempo de donde no existe, porque comprendo a plenitud lo que un libro como el que hoy presentamos representa para nuestra orejanidad, es decir, para nuestra especificidad de cultura regional.
Nada nos regocija más que ver nacer otro libro que se refiera al hombre que mora desde Divisa hasta Morro de Puerco y Punta Mala. Tanto más si se hace bajo los aleros protectores de una casa de estudios superiores, como en este caso del Centro Regional Universitario de Los Santos; aún más si la responsable del texto es una eficiente y consagrada funcionaria administrativa. Demás está decir que sucesos culturales como este son los que siempre hemos soñado para los Centros Regionales Universitarios. Casa de la cultura que sean la sede y la vanguardia de las cosas de la inteligencia del hombre panameño.
Publicaciones como la aludida resultan en extremo oportunas. Asoman su faz a la luz pública cuando nuestro pueblo más lo necesita. En tiempos de neoliberalismo, globalización, calidad total, reingeniería, Internet, computadoras y otras novedades que nos hablan de modernización. Cambios inevitables pero que debemos introducir con cierta dosis de precaución. Medio milenio de historia escrita, sin contar los milenios antes de Cristo y los mil quinientos años antes de la llegada de los españoles, no son algo que nosotros podamos echar por la borda sólo porque a los países hegemónicos se les ocurre que debemos "modernizarnos", es decir, entrar a la "civilización", según ellos.
Pues bien, la publicación en referencia se presenta en cinco partes que la autora denomina "Publicaciones en honor a Santa Librada", "Celebración de las Fiestas Patronales de Santa Librada", "Relatos Inéditos", "Antología" y una última sección que recoge biografías y detalles de la adoración de Santa Librada en España. Largo y prolijo sería el entrar a detallar el contenido de cada uno de los escritos que encontramos en el libro de la Lic. Díaz Domínguez, empresa que no acometeré. Nos bastará con señalar algunos nombres de autores que transpiran orejanidad y tableñismo: Juanita Espino Díaz, Claudio Vásquez, Sergio González Ruiz, Domingo Díaz Domínguez, Guillermo Espino Díaz, Manuel de Jesús Ortiz, Abigail López, Alcides Medina, Edelmira López Broce, Sergio Pérez y Vásquez y Eyda Gisela Espino Díaz.
Llama la atención que los autores compilados pertenecen a diversas generaciones. Pero todos ellos, sin confesarlo, responden al mismo hilo conductor: el embrujo de Santa Liberata, Santa Librada, La Moñona o La Chola.
En el libro de la Lic. Díaz Domínguez se combinan los más diversos estilos, la dulce ingenuidad de las leyendas, cantos religiosos, el rescate de viejas tradiciones, los cantores de la espinela o décima y los intentos por ofrecer una sustentación mucho más científica de acontecimientos históricos de la ciudad de Las Tablas.
Los que hemos estado ligados al estudio de nuestra península de emigrantes, sólo podemos regocijarnos y aplaudir este nuevo aporte al conocimiento de nuestro pueblo. Creo que hay en él un embrión de un proyecto que siempre hemos acariciado: publicar antologías que hablen alto del aporte que hemos hecho, los que habitamos esta sección del país, a la identidad cultural del panameño.
Frente a los desafíos de los nuevos tiempos el libro es nuestra arma más valiosa. La Lic. Aída Díaz Domínguez coloca hoy en nuestras manos, otro instrumento que nos permitirá responder a la angustiante y ontológica pregunta de: ¿Quienes somos nosotros?. En lo que a mi concierne, no abrigo la menor duda de que en el próximo milenio, cuando el primer astronauta tableño viaje al espacio sideral, muy junto a su corazón colgará una medallita de "La Moñona ", "La Chola ", Santa Liberata o Santa Librada de Las Tablas.
Tomado de ÁGORA Y TOTUMA # 151, 15/X/2000
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