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21 julio 2008

CARTA A MI HIJO ANTONIO

Dicen que en nuestra cultura machista no se acostumbra celebrar los quince años a los hijos varones. Así piensan quienes ven el tópico en función de la falda o el pantalón. Yo no comparto esa visión, porque el asunto no es de género, sino de sentimientos y de solidaridad para quienes amamos. Tú eres mi hijo, cumples quince años y ese sólo hecho es más importante que los convencionalismos sociales. Has llegado a una etapa importante de la vida y conviene que te exprese algunas inquietudes que la madurez permite que afloren a flor de piel. Dialogar contigo no será tarea difícil, porque, afortunadamente, eres un muchacho ingenioso y con una extraordinaria capacidad de compresión y de deseos de saber. Debo decirte que en secreto admiro la voracidad con la que revisas, desde textos de poca monta, hasta temas de mayor profundidad analítica; sin olvidar las biografías y la magia que derivas al conocer otras sociedades y culturas. Todo esto es positivo, y quiera Dios que sea un hábito que te acompañe siempre.
Presta atención al término que acabo de utilizar, porque es trascendental. Hablo de magia, pero no de aquella que pretende sacar el conejo del sombrero, sino de la que encontramos a diario por la vida. Con ello intento decirte que no debes perder la capacidad de asombro ante el mundo, porque la modorra y la incapacidad para ver más allá de lo circunstancial forman a seres enclenques y desprovistos de propósitos. El mundo es mágico, si sabemos abrirnos a sus hechizos. Por allí malviven los que aún no se han enterado que subsisten como autómatas, observando la creación con las anteojeras que les prestaron, temerosos de mirar el sol e incluso indecisos a la hora de experimentar el gozo que supone ser testigo del rocío matinal. Tacaños con su vida, el gorjeo del ruiseñor no les dice nada.
Si cierras tu alma al mundo no podrás ver más allá de tus ojos. Ábrete a él. También debes comprender el medio en que moras. Esa apertura supone darse cuenta que nuestra biografía personal está condicionada por el entorno. Esto ya lo dijo maravillosamente un filósofo del siglo pasado, al afirmar que una persona se forja con su ser y sus circunstancias. Y no se trata de aferrarse a una excusa para aceptar la sociedad tal como lo encontramos al nacer, siendo pusilánime y no teniendo el coraje para transformarla. Al contrario, el deber del ciudadano consiste en legar a los que vendrán un mundo mejor que el que le tocó en suerte. Verbigracia, tus abuelos se levantaron desde su cuna humilde para darle a tu padre una oportunidad que ellos no tuvieron. A mi me ha correspondido otro tanto, pero ya sabrás juzgarme cuando llegue el momento.
Ya es hora que comiences a transitar el abrupto sendero de la vida. Lo que hagas en ese camino dependerá en gran parte de ti. Lucha, porque la existencia no tiene sentido sin el combate que ennoblece. Los fracasos que puedas tener, míralos como perlas en el camino. Nadie, habitando un mundo idílico, ha logrado fortalecer su personalidad. Recuerda que todo depende del enfoque que tengas de las cosas. El carbón mancha cuando lo tomas, pero al rato puede ser la hoguera en que se cuecen los alimentos. Hay en todo un elemento fundamental. Ten presente que no obstante tus cualidades personales, la humildad debe iluminar tu proyecto de vida. Porque ser humilde es reconocerse como una estrella de la creación, que titila feliz entre los millones de constelaciones. En todo hay enseñanzas, como en la fábula que escribí hace unos meses. Hela aquí:
“Cuentan que un gallinazo o gallote vivía en la cumbre de Cerro El Barco y en las tardes se posaba sobre la rama de un escuálido guácimo que había en la cima del promontorio. Desde allí, mirando en lontananza, recordaba las piruetas que hacía sobre la cumbre de Cerro Quema y del Canajagua. Pensaba en los insignificantes mortales que habitan en los parajes sabaneros. “He allí la perdiz minúscula, la culebra rastrera, las ratas de rastrojo y los becerros azotados por la brisa salobre del mar”, decía. De vez en cuando extendía sus alas al viento, las miraba de reojo y entonces sonreía para sus adentros. “No hay nadie como yo”, meditaba. “El plumaje negro y esa capacidad que tengo para ver la presa a cientos de metros. Da gusto ser gallote y tener el control de los cielos. Sin duda, cuando Dios hizo el mundo pensó en mí como la suma de la creación”. Pero pasó el tiempo y un día, extraviado de las alturas andinas, apareció un cóndor majestuoso y casualmente vino a posarse sobre la rama predilecta del gallinazo. Revoloteaba el zopilote sobre las alturas y sus ojos no podían creer que existiera un pájaro así. Entonces pensó: “Dios, cómo eres, menos mal que se trata de mi propia sombra reflejada por el sol”. Y se alejó indiferente a posarse sobre otro árbol de la sabana.”
Así son algunos. Ahora suma la pedantería a todo lo anterior; tendrás la postura de quien sucumbe a la gran tentación de nuestra época, el intentar ser “alguien”, aunque para su propósito tenga que pisotear al prójimo. Hay quien se cree divino, sin llegar a ser polvo cósmico. Si has de llegar a la cima, hazlo basado en méritos propios. Escala peldaño a peldaño, aunque otros se apresuren e incluso pretendan atropellarte en el tropel por ascender. Déjalos, y compréndelos, porque los rumiantes también se atropellan en el corral. Ten mucha calma, que nada te perturbe, más adelante los encontrarás cansados y sudorosos. Lo importante no es llegar, sino poner miras en un ideal. Si te es posible, duerme con los libros de Rodó, Martí e Ingenieros bajo tu almohada. Aprende del Canajagua que está allí hace millones de años e indiferente mira pasar los penachos de nubes. Nadie recordará esos fugaces nubarrones, pero todo santeño quisiera tener una pizca de la inmortalidad del promontorio. Casi eterno, jamás ha dado un solo paso, porque su fortaleza no radica en correr, sino en saberse bien plantado.
Comprende que las cosas cambian, no te quedes anclado en el pasado, pero tampoco desprecies la sabiduría que encierra su añeja existencia. Siempre debes estar del lado de la justicia y la democracia. Un mundo mejor es posible únicamente si lo deseas con vehemencia y metes el hombro para cambiarlo. No hay nada más censurable que esa gente que se queja de todo, pero no hace nada. Tu proyecto de vida debe coincidir con el proyecto de la nación y del mundo. El individualismo es tan peligroso como el colectivismo sin horizontes claros.
En la vida poco a poco irás comprendiendo que el amor es la fuerza que mueve el universo. El saber que acumules es importante, pero no tanto como el cariño que acunes en tu pecho. Se puede vivir con conocimientos básicos, pero nunca sin amor. Quien practica el desamor se cosifica, se vuelve cosa, un ser hedonista y materialista. Más adelante coincidirás conmigo en que adorando la creación en el fondo te estás rindiendo tributo a ti mismo. El Maestro lo dijo hace más de dos mil años: “Dando es como se recibe”.
Aprende de los errores de tu padre, así como tus hijos aprenderán de los tuyos. Perdona siempre, porque el rencor es la hierba que podría crecer entre las flores de tu jardín espiritual. Recuerda que el aroma que exhala tu corazón te acompañará toda la vida. Si llevas a él encono y envidia, tales lianas le aprisionarán y sus latidos perderán naturalidad, entonces llegará la zozobra a tu proyecto existencial. Todo el mundo tiene el derecho a equivocarse, pero no a arrastrarte en su torbellino de necedades. Acepta a tus amigos como son, con sus grandezas y miserias humanas; aunque a veces deberás alejarte de quienes te hacen daño, porque su perspectiva no coincide con la tuya.
En fin, hay otros temas de los que podríamos charlar, pero los mejores de ellos los aprenderás en el camino. Sin desoír los consejos de tus padres, sé tu mismo. Nadie hará por ti lo que te corresponde. Al construir tu proyecto de vida, tendrás problemas. Supéralos. Nada es gratis en la vida, los hombres enteros siempre fueron sometidos a los más grandes desafíos y por ello fueron víctimas de la incomprensión y hasta del escarnio popular. Recuerda que la mayoría de las veces liberan a Barrabás, aunque su victoria sea pírrica. Piensa que la vida es un reto permanente, en el que escalas una cima para comenzar a subir otra.
Finalmente, debo decirte que confío en tus capacidades y en tu entereza de carácter. Creo que tienes dotes para alcanzar tus ideales, pero eso depende de ti. Ya sabes que eres el arquitecto de tu mundo; sin embargo, si la carga te agobia, cuenta conmigo.

¡Feliz cumpleaños, hijo!.

Milcíades Pinzón Rodríguez
Villa de Los Santos
En las faldas de Cerro El Barco, a 4 de marzo de 2006

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