Los tiempos cuando la región de Azuero vivía como dentro de una insularidad, ya son materia del pasado. Desde mediados del siglo XIX, los valores culturales de la ruralidad han dado paso a una modernidad que no siempre nos ha traído los mejores vientos de renovación.
El siglo XX ha representado para nuestro grupo humano un desafío cultural del que no siempre hemos salido bien librados. Con mayor razón, la presente centuria será decisiva para fortalecer lo que aspiramos a conservar como pueblo. En ese nuevo entorno, nuestras actuales y modestas vías automovilísticas serán simples callejones comparadas con las súper carreteras de la informática, la competencia del “capitalismo salvaje” y las antenas satelitales instaladas en las huertas del río La Villa.
Debemos convencernos de que en una era de permanente cambio, de nada nos servirán las visiones parroquiales del mundo.Necesariamente deberemos acrecentar la apertura a valores de una cultura planetaria. Los regionalismos estrechos y las poses de tunantes han de formar parte del folclore regional.
Al contrario de lo que consideran algunos, esa apertura no tiene que conducir necesariamente a la negación de nuestros orígenes, que son el fruto de medio milenio de contactos y fusión de culturas. Lo que logremos preservar dependerá mucho de la creatividad del hombre que mora en las provincias de Herrera y Los Santos.Debemos convencernos de que en una era de permanente cambio, de nada nos servirán las visiones parroquiales del mundo.Necesariamente deberemos acrecentar la apertura a valores de una cultura planetaria. Los regionalismos estrechos y las poses de tunantes han de formar parte del folclore regional.
Estamos convencidos de que es posible acceder a una cultura planetaria, sin renunciar a manifestaciones esenciales de nuestra cultura del Cubitá. En ese empeño, un papel central le corresponderá a las instituciones sociales del área. De la actitud que asuma la familia, los medios de comunicación y los centros educativos, dependerá en gran parte el futuro de la cultura regional.
Entre las instituciones educativas, la universidad ha de tener un rol protagónico. Para desempeñarnos con éxito en ese nuevo entorno, los actuales centros universitarios, tal y como nosotros los concebimos, deberán superar las escolaridad en que se encuentran y ser fuertes baluartes de la investigación y la interacción con la comunidad.
Meditando sobre ese futuro que ya se nos ha hecho presente, y como un primer paso del accionar de la educación superior, estimo de urgente necesidad el proponer a nuestro centro de enseñanza superior la inclusión de una asignatura que se denomine “Hombre y cultura regional”.
El curso deberá ser de obligatorio cumplimiento para todos los estudiantes universitarios, independientemente de la carrera en la que se matriculen. Impartido en dos semestres, tendría como objetivo mostrar al hombre que vive en la región los orígenes históricos y culturales del área.
La cátedra que proponemos sobre Azuero debe tener cuidado en presentar nuestra cultura como otra más de las que integran el mosaico multiétnico del país.
Deberá ser una asignatura que se inicie con el estudio del surgimiento de los grupos paleoindígenas, mostrando nuestra rica herencia cultural indígena, destacando los rasgos distintivos de la colonia y enfatizando sobre los cambios sociales y culturales que hemos experimentado desde la unión a Colombia hasta nuestros días. Finalmente, deberá exponer los principales obstáculos de la era contemporánea y las posibles vías de solución.
No se trata de modo alguno de una cátedra de folclore revestida con otra nomenclatura. La misma deberá concebirse como una síntesis de historia, antropología y sociología del área. Está encaminada a responder e ilustrar al azuerense sobre una inquietud ontológica capital: ¿De dónde vengo, quién soy y hacia dónde voy?
Los cambios sociales y culturales que ha vivido y experimentará nuestra zona cultural exigen de nuestros centros de enseñanza una postura mucho más agresiva. La cátedra de Azuero que propongo es apenas una de las múltiples actividades que debemos asumir. Respondiendo a esa visión de futuro, ya es hora de que lo mejor de la inteligencia del área sea convocado por nuestro centro universitario para elaborar y plantear, ante los máximos organismos de decisión universitarios, la realización de una tarea de tan vital y urgente necesidad.
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