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12 abril 2009

MI TÍO DIOMEDES















Hace poco falleció mi tío Diomedes. Yo siempre le admiré, no sólo por el ejemplo que santeños como él representan para la región y el país, sino por el benéfico influjo que ejerció sobre la familia. Diomedes era fuerte como la estaca de guayacán, al punto que muy pocas veces se enfermaba. Nacido en la primera década del Siglo XX, acompañó a la centuria hasta fallecer en el año 2009, a los noventa y tres años.
Le tocó una vida dura, difícil y hermosa. Era hijo de Antonio Pinzón Ovalle y Lucía Jaén. El padre, guarareño de pura cepa y, su madre, una mujer oriunda de El Quemao, población que actualmente se conoce como San José de Las Tablas. Tuvo tres hermanos: Lilia, Aquilino y Alejandro. Siempre profesó una devoción enorme por su abuela Dionisia, con la que compartió muchos años de su vida de párvulo, allá en la sección del poblado que antiguamente los bellavisteños llamaban “Calobre”.
En los años cuarenta de la pasada centuria se casó con Rosa Vergara y con ella procreó a Briseida Miriam, Leila Esther, Edwin Iván (Franklin), Galileo Ariosto, Antonio Diomedes y Douglas Adolfo; descendientes que han sembrado la progenie por los campos guarareños. Tanto ha crecido la familia que el apellido se asocia a otros que han dado identidad a Bella Vista.
Mi tío también fue artífice del salto cualitativo que nuestra familia experimentó en el Siglo XX. Sin embargo, la genealogía se extiende centurias atrás, hasta llegar al Siglo XVI, cuando arriban a Natá los primeros pinzones de que tenemos noticia. Por eso, cuando la Iglesia Católica comienza a registrar las familias del Guararé decimonono (1869), ya aparece un antepasado familiar en los viejos documentos que reposan en la Iglesia de La Virgen de Las Mercedes.
El hijo de Lucía estudió en la Escuela Primaria de Guararé y en ésta completó la formación educativa a la que se podía aspirar en esa época. Hacia mediados de los años cuarenta, en plena II Guerra Mundial, Diomedes y mi padre viajan a la Ciudad de Panamá atraídos por la demanda de trabajo en la antigua Zona del Canal. Hacen falta brazos y sobra dinero, y ellos sacan provecho del auge canalero. Austeros, ponen en práctica la virtud del ahorro, mientras otros derrochan dólares, liban licor y se divierten hasta la extenuación. Sin embargo, lo más relevante no estriba en la magnitud del capital que logran ahorrar. El contacto con la ciudad les abre los horizontes culturales y comienzan a avizorar un mundo diferente para la familia. Allá se prometen que algunos de sus hijos deberán pisar los claustros universitarios. Y lo cumplen a raja tabla.
De regreso a su tierra, Diomedes se convierte en puntal clave de las salinas de Don Reyes Espino; allí perfecciona los secretos de los destajos, las mareas y la magia de los cristales que produce el agua salobre del mar. Esa experiencia fue vital para la compra de salinas que hizo hacia finales de los años cincuenta o sesenta. Actividad fundamental que irá forjando a un hombre de personalidad recia, conocedor de las fases de la Luna y madrugador incansable.
La actividad salinera la combina con labores agrícolas. Le gustaba hablar sobre el palmar que tenía en la Quebrada Las Tablas y del frescor de esas tierras ubicadas al sureste de Bella Vista, justo cuando a la corriente le faltan algunos kilómetros para internarse en las marismas, manglares y esteros guarareños. En otro tiempo, siempre emprendedor, hacia finales de los años sesenta y setenta, fue proveedor de copra de una empresa procesadora de aceite que tuvo su puesto de acopio en la Villa de Los Santos.
El individualismo reinante no hizo mella en su personalidad. Hacia finales de los años cincuenta formó parte de los guarareños que fundaron la Cooperativa de Ahorro y Crédito José del Carmen Domínguez R.L. La experiencia le será de gran provecho, porque en la década del setenta del Siglo XX funge como gerente de La Cooperativa de Producción y Mercadeo de Sal José Reyes Espino R.L. A ella dedica doce (12) años de labores sin devengar ningún salario. En eso se parece a su hermano, Alejandro, que fue gerente ad honorem de JOCADOM por muchos años.
Dedo decir que mi tío tenía con mi padre una complicidad filial. Siempre llegaba en las tardes a la tienda que éste último tenía en Bella Vista. Allí se sentaban y hacían planes, compartiendo experiencias y asesorándose mutuamente. Fui testigo de esos diálogos de superación. En otro momento se gastaban bromas y comentaban sucesos políticos y de otra naturaleza. Aquella era una solidaridad nacida de tiempos idos, cuando apenas tenían para vivir y la “suerte” no les sonreía. Siempre me alegró descubrir que en el ocaso de sus vidas estaban satisfechos con sus logros familiares e individuales. Esto último lo confirmé una tarde bellavisteña cuando le visité en su casa habitación. Ese día, ya octogenario, me abrazó como nunca lo había hecho y me dijo: “Tu papá y yo cumplimos, ya me puedo morir tranquilo”.
Un rasgo fundamental de su personalidad era la devoción que sentía por las salinas y el manglar. Esa relación con la naturaleza marcó su vida. Allá, en los esteros y bajo la influencia de un sol abrasador, se sentía a sus anchas, como esas gaviotas que graznan sobre las playas guarareñas. Vivió a plenitud ese mundo de cangrejos, mangle rojo y reverberaciones del sol sobre los destajos, mientras custodiaba la inmaculada pila de sal. (“Luna a medio cielo, agua por los esteros”). Siempre descubrí en él al típico santeño tradicional, al ser recio y escasamente expresivo que acuna en su interior una exquisita sensibilidad de poeta.
Yo le recuerdo ahora y concluyo este escrito en esta mañana de Viernes Santo, mientras canta la capisucia en las proximidades de Cerro El Barco, con la sensibilidad a flor de piel y en la memoria la imagen de esas cutarras salineras, ejemplo de estoicismo y de trabajo, que son mi orgullo de sobrino y de hombre de pueblo.

…mpr…
10/IV/09

1 comentario:

  1. Tio Milciades, este escrito me ha hecho recordar de vivida manera a mi abuelo Tatamedes, todas estas historias de salinas y esteros las vivi en carne propia en mi niñes, el ver el mombre de mi abuela Tota y de mi mama Leila me ha llenado de sentimientos y espero, con deseo, enseñarle a mi desendencia todas esas buenas costumbres y tradiciones con las cuales los que tubimos la dicha de nacer en la region de azuero..
    DIonys..

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