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16 abril 2010

SEMBLANZA DE DON ANTONIO "TOÑO" ESPINO BARAHONA

Por esas cosas de la vida que ocasionalmente el destino nos coloca en el camino, la primera referencia que tuve de Don Antonio Espino me llegó por la vía de su hija, la Dra. Leyka Espino Palma, cuando ambos cursábamos los estudios secundarios en el Colegio Manuel María Teja Roca de la Ciudad de Las Tablas. Aquellos eran tiempos hermosos, cuando los arrebatos de juventud hacían soñar a nuestro grupo con mejores días para la familia y nos veíamos como profesionales en el futuro inmediato.
Entonces estaba lejos de pensar que un día me cabría el honor de reseñar la vida de su padre. Por este motivo he leído con fruición y entusiasmo los datos biográficos del santeño a quien la Fundación Juan Antonio Rodríguez le rinde un homenaje lleno de sentimiento y de reconocimiento por lo que ha sido una vida proba, enquistada en Las Tablas, y que la vemos casi como parte constitutiva del paisaje humano que distingue a la ciudad que tiene por guía espiritual a Santa Liberata de Las Tablas; es decir, Santa Librada, la virgen y mártir gallega nacida en Baiona, en la Galicia cantábrica.
Don Antonio Espino Barahona, cuyo nombre usual es Antonio Espino Díaz, nació en Vallerrico de Las Tablas el 26 de febrero de 1920. Vio la luz de la mano de sus progenitores Doña Deyanira Díaz Barahona y Don Benjamín Espino Cano; en un poblado que para aquellas calendas apenas representaba unas pocas casas dispersas por la geografía del Canajagua, el cerro a quien el Dr. Sergio González Ruiz escribiría “Mi coloquio con el Canajagua”.
La región en donde nace “Toño” Espino ha dado al país personajes importantes. Pienso casi inevitablemente en Liberato Trujillo, aquel muchacho que se recibió de maestro, allá por los años ochenta del Siglo XIX y que luego sembró la semilla de la educación en los tableños de inicios del Siglo XX y que como tantos otros, lamentablemente, ha sido olvidado y hasta despojado del nombre que en su momento ostentó una escuela primaria del distrito tableño. Don Liberato era de Las Yescas, población que en los tiempos actuales se conoce como San Miguel. De este mismo sector santeño, de las faldas del Canajagua, era Herasto Reyes Barahona, panameño notable, periodista combativo, santeño raizal, hombre inteligente y sensible, Premio Miró y socialista inclaudicable.
Nuestro biografiado realizó los estudios primarios en la Escuela Presidente Porras, a pocos años de que ésta fuera inaugurada con la presencia del mismísimo Caudillo Tableño y la visión de patria del Dr. Octavio Méndez Pereira. Por los datos biográficos puedo percatarme que Don Antonio nació en una región y una década afortunada: la de los años veinte de la vigésima centuria.
En el plano familiar conviene tener presente que fruto de su matrimonio ha legado a la nación cinco hijas (Zayra, Beleida, Gema, Leyka y Sydia; así como tres varones (Antonio, Emilio y Marco). Dios también le ha dispensado la oportunidad de disfrutar del encanto de nietos (Luis Alberto, Mellisa, Sara Matilde, Reyina, Emille, Emilio y Marco) y bisnietos (Luís Alberto, Andrés Alejandro y Raúl Alberto).
De Don Antonio se puede decir que es un hombre que tiene una personalidad inquieta y deseosa de nuevos horizontes, por eso nunca le amilanaron los retos de la vida, ya sea como comerciante, padre de familia, político o miembro de una amigable tertulia en el Parque Porras. De esta manera se comprende que nuestro biografiado siempre disfrutó de un evento que le quedaba demasiado cerca de su residencia como para poder ignorarlo. Me refiero a su interés por conocer sobre temas jurídicos. Ello explica que no pocos tableños han sido testigos y conocen a nuestro biografiado como un personaje interesado por los diversos juicios que se realizaban en el Quinto Tribunal de Justicia “Dr. Demetrio Porras Juárez”. Allí se la ha visto conversando con abogados y magistrados sobre el intríngulis de los juicos que en ese recinto de leyes han tenido lugar. Su extraordinaria capacidad como autodidacta le ha permitido sostener conversaciones en el plano de la jurisprudencia e incluso aportar recomendaciones a abogados bisoños e incluso a otros que no lo son tanto.
Tampoco podían faltar en una vida como la de Don Antonio Espino Díaz el formar parte de las luchas sociales por mejores días. En este punto hay que recordar su participación, junto a otros meritorios tableños, en los movimientos que condujeron a la instalación de las luces del Estadio Olmedo Solé. A propósito, una nota importante de su compromiso deportivo ha consistido en el respaldo irrestricto que le ha brindado al equipo de béisbol santeño.
A la altura de esta disertación estoy seguro que se escaparán un conjunto de facetas y anécdotas del santeño nacido en Vallerrico y avecindado por mucho tiempo en la colonial Ciudad de Las Tablas. Sin embargo, el punto que importa dejar plasmado no consiste en agotar un conjunto de tópicos que han formado parte de la vida de Don Toño Espino. En verdad, estamos ante la existencia de un tableño que supo hacer historia con su manera de ser, con ese afán tan suyo de trascender la inmediatez con la que otros se contentan, el de encarnar también un espíritu polémico, de esos que saben que la inteligencia no es un asunto de títulos, sino de perseverar en la lucha por la vida y de dar paso expedito a la agudeza del pensamiento.
Por esta razón para la Fundación Juan Antonio Rodríguez es imperativo estar aquí en la capital tableña. Tenerle aquí presente para decirle en su rostro, para que lo escuchen sus amigos y parientes, que Don Antonio Espino Díaz es un valor de esta comunidad, que merece que se le reconozcan sus ejecutorias, que se le publiquen sus escritos y que él no abrigue la menor duda de que los panameños con vergüenza valoramos al hombre nacido en la estribaciones del Canajagua.
…mpr…

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