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18 octubre 2010

CHITRÉ, CRECIMIENTO Y DESARROLLO

Parque Unión
A diario escucho decir que Chitré está creciendo, y no lo pongo en duda; lo que me pregunto es si esa tendencia expansiva puede ser llamada desarrollo. Sin duda el primero de los vocablos recoge aspectos de índole cuantitativa, mientras que el segundo coloca el énfasis en la calidad de vida; porque todo desarrollo implica un crecimiento, pero no todo crecimiento es desarrollo. Por eso, y desde mi particular punto de vista, pienso que debe preocuparnos lo que acontece en la capital herrerana.
Al parecer existe un espejismo en esos guarimos que pregonan que Chitré ha logrado algún grado de avance en la última década. Porque a diferencia de tiempos idos (gran parte del Siglo XX), cuando la influencia externa se hizo carne en la vida del hombre que habitaba Chitré, no acontece lo mismo en los actuales momentos. Me refiero a que desde el Siglo XIX los extranjeros (franceses, alemanes, italianos, etc.) contribuyeron a posicionar la tierra adoptiva del padre Melitón Martín y Villalta. Gracias a ese empeño forastero, y a diferencia de otras comunidades del entorno, la capital herrerana logró asumir el capitalismo como un sistema económico que le permitió catapultarse como centro comercial de las provincias centrales.
Hay que comprender que las minorías étnicas de antaño, contrario a lo que acontece contemporáneamente, terminaron por ser asimiladas por la pueblerina cultura que moraba “en la otra banda del río”. Tómese en consideración que la reciente modernidad acoge el influjo de un capital que responde a consorcios nacionales y extranjeros y que, a la postre, no implica necesariamente una fusión con los grupos humanos que pueblan la zona. Pienso que se trata más bien de una superposición de intereses mercuriales que desplazan al capital nativo y que a la larga tendrá su secuela en los hábitos laborales, festivos y, en general, culturales de la chitreanidad.
Otro elemento estructural del análisis del “desarrollo” chitreano, implica el tomar conciencia de cómo el indicado crecimiento no se enmarca en una estrategia de desarrollo regional, peninsular, santeña, o herrerana; porque en el fondo la Península no sabe que quiere ni a dónde va. Por este motivo el crecimiento es “peligroso” para Chitré y la región; porque la ilusión contemporánea puede trocarse en el dolor de cabeza del mañana. Por ejemplo, piense Usted cómo la pequeña urbe herrerana atraerá junto a ella, como ya está aconteciendo, a un creciente flujo de inmigrantes que terminarán por poblar la periferia de la ciudad, demandar un conjunto de servicios gubernamentales y, de paso, acelerar la crisis en una comuna que no ha superado los esquemas administrativos de la primera mitad de la vigésima centuria.
En el último lustro esos aspectos pretendidamente cualitativos se expresan (metafóricamente) en lo que podríamos definir como la “semaforización”y “hamburguerización” de Chitré. Quiero decir que la ingenuidad de la perspectiva reinante conduce a creer que el poblado avanza porque la ciudad tiene dos semáforos y las empresas comerciales de alimentos venden hamburguesas y una que otra edificación rompe con la monotonía de la casa de quincha, como si ésta fuera una rémora del ayer que necesitamos erradicar.
Nadie desconoce que vivimos tiempos difíciles y de cambios acelerados; es decir, de aldea global y de modernización. Pero sería igualmente candoroso pretender que Chitré se amuralle para impedir el avance de la nueva era; porque ya esa cultura del erizo ha provocado no pocos retrocesos en el desarrollo regional. No es casual que los ejemplos azuerenses más paradigmáticos de la transformación regional estén representados por dos estilos de crecimiento: el chitreano y el pedasieño. Núcleo urbano y comercial, el primero, desafío del turismo, el segundo. Ambos propuestas tienen que ser pensados en sus aciertos e implicaciones para el resto de la región y, particularmente, para la actividad agraria y ganadera que ha sido el sustento histórico de la población. Y todo ello sin que aquí entremos a consider la aberración que representa la minería en la zona de “montaña”.
Pensando en los retos modernos y sin negar los beneficios que pudiera promover un capital bien invertido, la realidad parece sugerir que sin planificación del desarrollo, y sin que los frutos de ese crecimiento logren permear a los diversos estratos sociales, lo que acontece en la capital herrerana podría acarrear serias implicaciones en la base de la pirámide social azuerense. Es decir, si prosigue la actual tendencia, Chitré crecerá, pero no se desarrollará. Y se repetirá en Herrera la triste historia de la capital republicana, mucho crecimiento y poco desarrollo, con edificios que la gente del Ñuco y El Tijera sólo los mirarán al pasar.

….mpr…

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