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15 marzo 2012

DR. BERNARDINO GONZÁLEZ RUIZ (Ejemplo santeño de consagración y superación ciudadana)

Dr.Bernardino González Ruiz (1911-2012)
De los libros que reposan en mi biblioteca personal, entre los que conservo con mayor aprecio, se encuentra uno que apareció publicado en el año 1916 – 1917, bajo el título de EL LIBRO AZUL DE PANAMA; texto que por aquellas calendas se constituyó en muestrario de la sociedad istmeña que vio nacer la nueva república.. Allí, en la página 347, aparece registrada para la posteridad la foto de una familia cuyos integrantes dejarían profundas huellas en la historia provincial santeña, así como en el ámbito nacional. Los orgullosos padres que aparecen posando junto a su prole responden a los nombres de Don Francisco González Roca y su distinguida esposa Doña Geraldina Ruiz de González. Cito ahora el pie de foto, ya que el mismo se constituye en una primera aproximación al tema objeto de estas cavilaciones, a saber, el homenaje que la Fundación Juan Antonio Rodríguez ofrece al ciudadano tableño Don Bernardino González Ruiz.
En el escrito en referencia se anota sobre el padre y la familia del Dr. González Ruiz: “De edad de 51 años, don Francisco González Roca tiene la satisfacción de haber hecho mucho a favor de su pueblo. Es comerciante; pero hasta hace algunos pocos meses en que el Gobierno de la República puso en licitación la Renta de Destilación, desempeñó el cargo de Celador de las Rentas Nacionales en la Provincia de Los Santos. Ha tenido 10 hijos con su señora esposa, la honorable señora Geraldina Ruiz de González y fue el año de 1912 Alcalde del Distrito de Las Tablas.
Es propietario de muy buenos potreros y finca cerca de esta ciudad y trabaja también en el ramo de la ganadería, en el cual ha obtenido muy buenos provechos. Posee también una fábrica para la  destilación de aguardiente, de apreciable valor.
Aunque el señor González ha tomado muy poca participación en la política local del país, no deja de ser un elemento de conquista, pues sus relaciones son muy numerosas en la Provincia y sus opiniones personales son atendidas por todos”.
La apretada reseña de la familia de Don Bernardino nos introduce al entorno social en el que crece el futuro médico egresado de prestigiosas universidades de París y de Londres. En Las Tablas los hijos de la familia González Ruiz crecerán en un poblado que les aprecia y les tiene en alta estima. Sin embargo, advirtamos que una vez completada la escuela primaria, poco ofrece la capital provincial santeña que permita ampliar el precario horizonte cultural de la familia tableña. Consciente de ello, los padres optan por trasladar a sus hijos a la Ciudad de Panamá, urbe transitista en la que perfeccionan los estudios de nivel medio. Sabemos que para aquella época no existen colegios secundarios en la Provincia de Los Santos y aún el país carece de centros de enseñanza superior. Recordemos que desde el  cierre, en el Siglo XVIII, de la Real y Pontificia Universidad de San Javier, los panameños tendremos que esperar la alborada de 1935 para ver surgir la Universidad de Panamá.
Como Don Bernardino nace en el año 1911, el 11 de enero para ser preciso, Las Tablas todavía no cuenta con un inmueble escolar propiamente tal, ya que el edificio de fachada neoclásica de la Escuela Presidente Porras no fue inaugurado hasta el año 1924, un año después que el hijo de Doña Geraldina y Don Francisco concluye los estudios en la Escuela Mixta de Las Tablas. Por ello, allá en la Ciudad de Panamá, le espera el Instituto Nacional del que egresará, el 8 de febrero de 1929, ocupando un honroso primer puesto de honor.
Nuestro biografiado crece en un período importante de la historia republicana. Arriba a la Capital de la República cuando el árbitro de la política criolla lo era el Dr. Belisario Porras Barahona y en la misma época, hacia los años veinte, cuando llegan los primeros aeroplanos y el olor a gasolina comienza a impregnar y saturar las refrescantes brisas que desde el Canajagua acarician los verdes campos provinciales. Me refiero a la misma campiña de la que dirá, años después, el penonomeño Rubén Darío Carlos Oberto, recordando la época de oro de los alambiques: “...ya no huele a mosto la hermosa tierra santeña”.
Ya hemos aseverado que el ilustre hijo de Las Tablas realiza los estudios secundarios durante la década del veinte, época caracterizada por disputas intestinas entre las diversas facciones del liberalismo ístmico, las luchas del movimiento inquilinario, la labor de Acción Comunal y el despertar de la capital de la novel república centroamericana que aún no aprende a gobernarse por sí misma y constantemente solicita a los norteamericanas la supervisión de sus torneos electorales. Lo cierto es que, independientemente de tales avatares políticos, el Nido de Águilas era un hervidero de ideas y de docentes talentosos nacidos en nuestro país, así como de allende las fronteras nacionales. Instructores que insuflarán en la mente y el espíritu del tableño la necesidad de ampliar su formación intelectual; verdaderos maestros que harán posible que una mente privilegiada como la del Dr. González Ruiz encuentre en Francia e Inglaterra el ambiente a tono con sus aspiraciones. No olvidemos que el santeño vive en su juventud, directa o indirectamente, el influjo de los zapadores del nacionalismo panameño al estilo del Caudillo Tableño, Jeptha B. Duncan, Eusebio A. Morales, Carlos Antonio Mendoza y tanto otros istmeños que dejaron huellas imborrables en los primeros treinta años de nuestra vida republicana.
El desempeño académico de González Ruiz, al descollar en el Instituto Nacional, ya vislumbraba un futuro prometedor. En efecto, con posterioridad lo vemos doctorarse en la Facultad de Medicina de la Universidad de París (Sorbona), el 19 de marzo de 1938, con apenas 27 años de edad. En aquella ocasión su tesis doctoral versó sobre “La operación de Parona en el tratamiento del Varicocele”. Durante ese mismo año se especializa en cirugía urológica y hacia 1953 retorna al París de sus mocedades para incursionar en cirugía cardiovascular y torácica. Con anterioridad (1949 – 1950), ya había asistido al Guy Hospital de Londres.
Al retornar al país, los hospitales Manuel Amador Guerrera, José Domingo de Obaldía y Santo Tomás, conocieron de su consagración médica. En esta etapa de su vida el país le vio sacando tiempo para ser Jefe de Cirugía Torácica y cardiovascular de la Caja de Seguro Social, Capitán médico del cuerpo de bomberos de David y Mayor médico (ad honorem) de la Policía Nacional (1951 – 1968). 
Las ejecutorías del tableño son numerosas y no pretendemos aquí entrar a detallarlas. Bástenos con saber que como catedrático de cirugía fue fundador de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá (1953- 1969). Ha sido Ministro de Trabajo, Previsión Social y Salud Pública(1962-1964), representante panameño ante diversos organismos internacionales, condecorado por asociaciones y gobiernos nacionales e internacionales, destacándose entre las últimas distinciones las otorgadas por los gobiernos de Francia y España. A todo ello tenemos que añadir ensayos de su autoría que se extienden desde el año 1938 hasta 1967.   
No se puede menos que admirar el dinamismo que como médico irradia el Dr. Bernardino González Ruiz; porque a las anteriores ejecutorias se suma su labor como integrante de agrupaciones políticas. Fue cofundador del Partido Unión Popular, Miembro de la Coalición Patriótica Nacional, cofundador del Partido Liberación Nacional, cofundador y presidente del Partido Acción Democrática, así como cofundador y presidente honorario y vitalicio del Partido Movimiento Liberal Republicano Nacionalista.
De esta otra faceta del santeño consignamos su desempeño como diputado, ministro y Presidente de la República. Cabe indicar que Don Bernardino ocupó el solio presidencial del 17 al 23 de marzo de 1963, debido a la ausencia temporal del titular Don Roberto F. Chiari. Como diputado por el Partido Unión Popular representó a la Provincia de Chiriquí (1948-52) y a la Provincia de Los Santos (1952-56).    
De lo dicho hasta el momento, resulta provechoso detenernos a reflexionar sobre el significado profundo de una vida dedicada a engrandecer a nuestra cintura ístmica. Primeramente indiquemos que Don Bernardino pertenece a una hornada de santeños que supo recoger y valorar el aporte de otros coterráneos que previamente abrieron la trocha regional hacia la academia y la política. Me refiero a personajes polémicos como Pedro Goytía (abanderado del liberalismo del Siglo XIX) y Belisario Porras Barahona, doctor en derecho y dirigente político por antonomasia. Le siguen educadores de la talla de Liberato Trujillo (1859-1944) o de un José de la Rosa Poveda (1864-1917), para mencionar sólo el nombre de dos maestros que iniciaron en las letras a una de las generaciones más brillantes de la provincia santeña. De la misma manera, nacidos algo más de una década antes que el Dr. González Ruiz, están los emblemáticos casos del guarareño Manuel Fernando de Las Mercedes Zárate (1899-1968) y el tableño Demetrio Augusto Porras Juárez(1897-1972), únicamente para hacer alusión a dos conspicuos representantes de la generación que comentamos.
Nótese que todos ellos son figuras descollantes de la academia y de la política, luminosos hijos de la península en donde eleva su cima el Canajagua. Hay en este punto un aspecto que me interesa subrayar, porque independientemente de lo que representan para el país esos coterráneos nacidos en la segunda mitad del Siglo XIX y primeras décadas del Siglo XX, el aporte de dicha generación santeña resulta en extremo importante como paradigma a imitar por la generación que en los tiempos actuales se estremece ante el influjo de una sociedad que parece rendir culto a Dionisio y echar al cesto del olvido a Atenea, como le llamaban los griegos, o a Minerva, según el decir de los romanos. Incluso hay más, Porras, Zárate y los González Ruiz se constituyen en símbolos emblemáticos de esa identidad cultural que en otro momento me he atrevido a denominar la orejanidad. Me refiero al sentimiento que tiene su génesis en lo vernáculo, visión provincial que trasciende el llamado del terruño para comprender que el éxito del santeñismo nace de la valoración de la cultura regional, de la existencia de un humanismo campesino que impregna el núcleo familiar, corriente social que se perfecciona en su apertura hacia la sabiduría que irradia el viejo continente, el pragmatismo de la sociedad estadounidense y la acendrada ética laboral del campesinado que con su amor al trabajo recuerda el espíritu del nipón. Quiero decir, que la generación de la que forma parte Don Bernardino comprendió tempranamente que sin renunciar a la cultura regional, podemos tener acceso a otros estadios de desarrollo humano. Creo que en ello estriba el aporte fundamental que hace a la región y el país la generación santeña que comento; y dentro de ella el luminoso modelo que encarna el Dr. Bernardino González Ruiz.
La Fundación Juan Antonio Rodríguez valora plenamente lo que expresa, en términos de ejemplo ciudadano, la vida del Dr. Bernardino González Ruiz. Nada más enriquecedor para las nuevas generaciones que poder adentrarse en las ejecutorias de los hermanos González Ruiz. Lo hermoso, en todo caso, nace de poder constatar que al hablar de Don Bernardino, inevitablemente la mente se ocupa de otros nombres que para él resultan familiares: Sergio y Francisco, así como los demás hermanos que también han sido el soporte del prestigio familiar.
Sin regionalismos malsanos, creo que los santeños, además del sano orgullo que sentimos por nuestros carnavales, reinas de belleza, acordeonistas y romerías, deberíamos añadir en ese empeño el reconocimiento a aquellos coterráneos que encarnan lo mejor de nosotros como personas y como hijos de un pueblo que se presenta al solar istmeño con los valiosos frutos se su sociedad y de su cultura.
Dentro del grupo del tesón y la inteligencia, hace largo rato el hijo de Geraldina Ruiz y Francisco González Roca tiene asegurado un puesto de honor. Consciente de ello, en el día de hoy, a 12 de junio de 2004, dejamos constancia de ello. Siendo así, que la escuela lo pregone y que los jóvenes emulen la egregia figura del Dr. Bernardino González Ruiz. Si lo hacen, quizás puedan  experimentar el goce de una vida plena y podrán sentir la misma emoción que experimentamos al homenajear a un tableño que supo dar lo mejor de sí, legar una vida plena de realizaciones para honra y prez del hombre que mora en las tierras del Canajagua.
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* Disertación del autor en la Ciudad de Las Tablas, el sábado 12  de junio de 2004, en el acto de reconocimiento al Dr. Bernardino González Ruiz., en nombre y representación de la Fundación Juan Antonio Rodríguez.

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