Desde que tengo memoria los
presidentes acuden a la Villa de Los Santos para conmemorar el 10 de noviembre
de 1821 y, siempre, frente al Parque Simón Bolívar, pronuncian sus discursos.
Nunca faltan las alusiones a la patria, a la
mítica Rufina Alfaro y a los próceres. La audiencia, congregada frente a
la Alcaldía Santeña, escucha al mandatario silenciosamente y no pocas veces les
premia con respetuosos y desganados aplausos.
Sin embargo, lo importante no
radica tanto en lo que el auditorio hace, sino en lo que calla; en lo que bulle
en los cerebros orejanos, porque siempre se tiene la certeza de que más allá de
las buenas intenciones del visitante, al final no pasará nada y los santeños han
de regresar a sus minifundios – cada vez más pequeños-, a impulsar la misma
actividad agropecuaria que apenas recibe apoyo gubernamental.
De tanto revisar el libreto ya
uno se sabe las peroratas gubernamentales del 10. Poco maíz y mucho capullo,
pudiera ser la conclusión de todo ello. En cambio, en la conmemoración de la
efeméride, lo que esperamos es que el pódium santeño fuese el oráculo de
mejores tiempos, el lugar por antonomasia para hablar a la nación sobre lo que
el país necesita, así como el lugar para indicar los mecanismos que permitan superar
las lacras sociales y políticas que padece la nación del Dr. Belisario Porras
Barahona Cavero De León.
No pocas veces el 10 de noviembre
siempre se convierte en un acto emotivo, pletórico de desbordante sensibilidad,
pero carente de trascendente visión de patria. Acaso porque el país de la
ampliación del canal, faraónicos rascacielos y metros por doquier, vive de
espaldas al hombre que mora al Este y Oeste de la zona de tránsito. Quizás por
ello, en la fecha, siempre asoma la impertinente pregunta de si realmente
existió Rufina Alfaro; como si ello fue
determinante para el avance de la nación que con cuatro millones de habitantes
tiene un presupuesto que supera los veinte mil millones de balboas, pero que exhibe
una pésima distribución de la riqueza.
¡Y cuánta falta nos hacen algunos
estadistas de la primera mitad del Siglo XX! Porque si el 10 de noviembre ha de
encarnar lo que realmente representa, el proceder de panameños excelsos debe
demandar la construcción del Panamá del Siglo XXI; esa nación de don
Buenaventura Correoso que no puede olvidar su identidad, aunque aspire a ser
políglota y utilice tecnología de la última generación. Así debiera ser, porque
tales avances no son incompatibles con la propuesta de nación que alumbró desde
la ruralidad la Heroica Ciudad.
Me opongo a esa visión reinante
que enclaustra al 10 de Noviembre de 1821 como un suceso del ayer, un rosario
de hechos y personajes a los que se les rinde pleitesía una vez al año. Ese
proceder nos roba lo mejor de la efeméride patria santeña; la expresión de su
contemporaneidad, ese necesario balance entre razón y sentimiento, desarrollo
social y crecimiento económico.
Desde tal postura nada se quiere
argumentar sobre la depredación ambiental y cultural que vive la zona que
catapultó la independencia de Panamá de España. Porque, en verdad, algunos
desean que el istmeño viva en la eterna borrachera de acordeones y bebidas
embriagantes, mientras otros gozan las mieles de quienes lucharon para que
fuéramos libres.
Y como soy un hombre librepensador
y de fe, este año otra vez acudiré a escuchar la disertación gubernamental en
la villa de Francisco Gutiérrez, en el antiguo Curato de Los Santos. Y ojalá la misma no sea otro discurso contra
Rufina, sino a favor de ella y los panameños del Siglo XXI.
......mpr...
muy interesante este escrito que acabo de leer y analizar al mismo tiempo, y me pregunto si en realidad los santeños celebran sus fiestas con sentido de razón. Que tanto conoce el santeño panameño de Rufina Alfaro?
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