Por Antonio Pinzón-Del Castillo
Don Estanislao Del Castillo De Los Ríos nació el 6 de mayo de 1880 y fue bautizado solemnemente en la iglesia San Atanasio de La Villa de Los Santos el 1 de junio del mismo año, hijo legítimo de don Bernardo Del Castillo Rebolledo y doña María Bartola De Los Ríos Saavedra. Fueron sus padrinos don Pedro Del Castillo y doña Francisca Sáez. Siendo aún párvulo, su madre muere de parto al dar a luz a dos gemelas, Victoria y Natividad. Un par de años más tarde, su padre también fallece. Sus padrinos fueron quienes lo criaron y educaron con clases privadas en una época donde leer y escribir era asunto de grupos privilegiados. En el año de 1905 contrae matrimonio con Andrea Bernal Corro, quien también fenece estando grávida, pocos meses luego del enlace. Más tarde, a 29 de febrero del año del Señor de 1908, contrae segundas nupcias con Nemesia, hermana de Andrea, a quien siempre llamó cariñosamente por el mote “Pila”. De este matrimonio nacen cuatro hijos: Cristina, en 1909; José Leonardo, en 1911; Pedro Bernardo, en 1919 y Germán, en 1921. Luego, engendraría también a Elías y criaría como suyos a José y a su querida Carmela, hijos de un primer enlace matrimonial de su mujer.
Terne Castillo, como fue bien conocido en La Villa de Los Santos,
fue más que un hijo de la aristocracia rural, un filántropo de nuestros campos,
amante del servicio al prójimo y a los más desposeídos, en especial durante la
fiesta de San Juan de Dios, donde participó activamente junto a su prima Ana
María Moreno Del Castillo, La Niña Anita., motivado principalmente por mercedes
que en los albores del siglo XX le concediera el santo granadino al salvar de
las llamas a su querida hacienda El Jobo, gracias a la aparición de una milagrosa lluvia que aplacó el
voraz incendio en el albores del caluroso mes de marzo.
Terne descendía del elitista grupo de 30 familias españolas
terratenientes que figuran en el padrón electoral de 1770 del villorrio santeño
y a su vez de don Manuel Salvador Del Castillo y Relux y de don José María De
los Ríos, próceres que sellaron con su rúbrica la gloriosa acta de independencia
de la Villa de los Santos el 10 de noviembre de 1821. También, fue sobrino de don Germán Del Castillo y don Pacífico Del Castillo, suscriptores de la adhesión de La Villa de Los Santos al movimiento separatista del 3 de noviembre de 1903. Por este motivo es que
junto a su esposa Nemesia figura en la lista de invitados del famoso baile de
las 100 luces de 1910, acto que reunió por última vez a las viejas familias de
estirpe colonial en la libertaria ciudad durante los albores del siglo XX.
Tras la sequía y los temblores de 1913 decide mudarse finalmente a
su finca El Jobo, donde construye una hermosa casa de alto portal, dos salas y
dos cocinas en la que recibía a sus familiares, invitados y amistades, de los
que aún vienen a la memoria apellidos como Champsaur o Tasón. Famosos fueron
los ágapes allí celebrados durante los veranos maravillosos de la sabana
santeña en aquel privado vergel bañado por las aguas del río La Villa.
Don Estanislao apoyó diversas causas por el progreso de la región
como la otrora Feria de Los Santos, que posteriormente se convertiría en la
Feria Internacional de Azuero, creada por su primo don Francisco “Lito” García
Castillo, siendo don Terne pionero del desarrollo de la ganadería y la agricultura en
Azuero, entre otros detalles, al ser propietario del Transporte San Juan de Dios, cuyos numerosos embarques de ganado vacuno se dirigieron hasta La Chorrera, donde eran vendidos para el coadyuvar abastecimiento cárnico de la ciudad capital.
Su fama en las tierras del Grito se extendió gracias a su don de
gente y espíritu colaborativo, llegando incluso colocar su nombre en la jerga
popular a través de dichos y refranes como: “(Fulano) tira la leche a la Rabelo y
Terne Castillo la regala al pueblo” o sus recordadas palabras “Yo siembro para dar pan al que no tiene qué
comer”, pues la cosecha de su fundo siempre fue destinada para el deleite del prójimo.
Fue, además, defensor y promotor de los regadíos que más tarde
serían brazo motor para el sector agrícola de la región durante la gestión del
presidente Domingo Díaz Arosemena, con quien iría a hablar personalmente a
Ciudad de Panamá., acontecimiento del que el pueblo guardaría un jocoso chiste
para la posteridad con el cual Terne se burlaba de la incredulidad de algunos de
sus coterráneos sobre su exitosa misión en la capital. Este hecho fue correspondido con la visita del Presidente Díaz Arosemena a su colonial finca El Jobo, donde el mandatario disfrutaría de la hospitalidad santeña.
Don Terne vivió felizmente en su fundo, alejado del mundanal ruido, acompañado de sus hijos y la exuberante vegetación de su patrimonio a la vera de las huertas, cuyos palmares y uvitales se dibujan como un rosario inagotable en las riberas del río de Los Maizales, convidando al descanso y al deleite que inspira la bucólica sabana de la patria de Rufina. Allí, discurrieron apacibles y solaces sus últimos días hasta que la Parca tocó a su puerta el 31 de octubre de 1959, cuando fallece en el Hospital San Juan de Dios de la villa santeña por complicaciones de salud a la edad de 79 años. Tanto amó el terruño y en especial El Jobo, que fue su deseo ser velado allí, en su colonial hacienda; sin embargo, el destino y el crudo invierno de octubre del 59 cerraron el paso a su féretro camino a la añeja finca, en una loma que otrora existía frente a la actual Fábrica de Nestlé, cuyos terrenos también eran de su propiedad por aquellas calendas. Fue así como contrario a su último anhelo, su cuerpo ya sin vida tuvo que ser velado en El Caserón, una de las residencias que poseía en el poblado. Sus restos mortales descansan en el Cementerio don José Antonio Sáez de la Heroica Ciudad, bajo la custodia del magnífico ángel de mármol de Carrara que mandó a traer desde Italia para que coronara el sitio de su última morada.
Don Terne vivió felizmente en su fundo, alejado del mundanal ruido, acompañado de sus hijos y la exuberante vegetación de su patrimonio a la vera de las huertas, cuyos palmares y uvitales se dibujan como un rosario inagotable en las riberas del río de Los Maizales, convidando al descanso y al deleite que inspira la bucólica sabana de la patria de Rufina. Allí, discurrieron apacibles y solaces sus últimos días hasta que la Parca tocó a su puerta el 31 de octubre de 1959, cuando fallece en el Hospital San Juan de Dios de la villa santeña por complicaciones de salud a la edad de 79 años. Tanto amó el terruño y en especial El Jobo, que fue su deseo ser velado allí, en su colonial hacienda; sin embargo, el destino y el crudo invierno de octubre del 59 cerraron el paso a su féretro camino a la añeja finca, en una loma que otrora existía frente a la actual Fábrica de Nestlé, cuyos terrenos también eran de su propiedad por aquellas calendas. Fue así como contrario a su último anhelo, su cuerpo ya sin vida tuvo que ser velado en El Caserón, una de las residencias que poseía en el poblado. Sus restos mortales descansan en el Cementerio don José Antonio Sáez de la Heroica Ciudad, bajo la custodia del magnífico ángel de mármol de Carrara que mandó a traer desde Italia para que coronara el sitio de su última morada.
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