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01 marzo 2017

MISERIA MINERA EN CERRO QUEMA




Han pasado veinte años de oposición al proyecto minero de cerro Quema. Durante ese largo período de tiempo diversas organizaciones regionales han expresado su rechazo al engendro minero. Y la época también ha servido para dejar constancia de las diversas violaciones del contrato pactado, así como del deprecio por el futuro regional. Desde los tiempos del presidente Ernesto Pérez Balladares hasta la administración actual, los gobiernos han mirado para otro lado y se han hecho los desentendidos. En cambio, sacan a relucir los socorridos y manidos argumentos del “acatamiento al contrato con el Estado”, “la generación de empleo” y “el respeto a la inversión extranjera”. Incluso los más osados y cínicos han comentado, en tono ceremonioso y de sabihondos, que el país no puede vivir en la pobreza acostado sobre una riqueza que le pertenece; pero olvidando convenientemente que el 98% de la ganancia bruta, se queda en manos de extranjeros e istmeños genuflexos, para que continuemos siendo un país rico con gente pobre.
Hace poco venció el contrato que autoriza la explotación de cerro Quema (centauro bravío de la sierra santeña) y la empresa minera solicita que se le concedan veinte años más, como si las dos décadas precedentes no fueron suficiente para sus tropelías empresariales y de destrucción ambiental. Como si ya hubiésemos olvidado que sus locales fueron la cárcel en la que encerró a los santeños durante la brutal represión del año 1997.
Hay que recordar que la empresa ha sido varias veces vendida y otras tantas se ha anunciado el inicio de operaciones, acaso porque con dicho proceso se incrementan las ganancias en la bolsa de valores de Canadá. Mientras tanto el hombre peninsular tiene que lidiar con la depredación de la zona, poner en riesgo el abastecimiento de agua (no pocos ríos nacen en el área donde está el proyecto), admitir la destrucción de su patrimonio natural y soportar las veleidades de quien pregona el respeto al medio ambiente, mientras socava no sólo la tierra, sino el modelo de desarrollo regional en su dimensión social, cultural y económica.
No hay argumento válido para renovar el contrato y someter a la región a veinte años más de tensiones, cantos de sirena y de amenaza ambiental. Existe un secretismo sobre la aprobación del Estudio de Impacto Ambiental (EIA), el mismo que un consultor extranjero desmenuzó y criticó hasta en la propia redacción del documento. Es una pena que MIAMBIENTE no diga nada y en cambio felicite a la empresa porque los apoyó para sembrar arbolitos. Dar las gracias a quien se apoderó de 15 mil hectáreas en el macizo del Canajagua, equivale a desproteger el ambiente, dar a espalda al azuerense y felicitar al mayor latifundista y confeso geófago que recuerde la historia peninsular.
Los santeños y panameños no podemos consentir que se continúe destruyendo y regalando los recursos naturales, luego de los desastres de Petaquilla y otros desatinos mineros. En especial en esta coyuntura cuando la rapiña se ha apoderado del país, la corrupción es tan común como la venta de carimañola y el país decente retrocede, mientras campea la indecencia política. No hay vuelta de hoja, el proyecto minero de cerro Quema debe ser clausurado, rechazado el EIA y negada la prórroga que vendría a constituirse en otra vergüenza nacional. Lo que se impone es dar la cara a la región y acompañarle en su ya penosa crucifixión ambiental.
La región del Canajagua y Tijera, tiene que ser respetada, honrada por su contribución al desarrollo nacional y bajo ninguna circunstancia convertida en cloaca minera. Es de hipócritas desarrollar campañas ambientales y llamar a la conciencia ecológica mientras se siembran minas a cielo abierto en la tierra de Ofelia Hooper Polo y Belisario Porras Barahona. El fututo de Los Santos y Herrera no está en venta, ni la miseria minera de Cerro Quema ha de constituirse en parte de nuestro proyecto colectivo de vida.

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