A diario reviso las redes sociales e
invariablemente me encuentro con hermosas mujeres y varoniles caballeros que
conmemoran su cumpleaños colgando en la red llamativas fotografías. En ellas
aparecen ataviados con modernos vestidos o tradicionales polleras y camisillas.
Los miro y sonrío, además de disfrutar el encanto de verlos gozosos de su vida
proba. Están allí, alegres e intentando sacar su mejor pose, de alguna manera
modelando para que otros disfrutemos la imagen de lo que son o intentan
plasmar.
Y lo llamativo no estriba solo en ello, sino en los
parajes que seleccionan: junto al mar rumoroso, el viejo tronco seco, la
alameda verde, la añeja casa de quincha, el corral del abuelo y tantas otras estampas
que hablan de identidad. Sí, porque la fotografía es arte, pero también un
recorte en el tiempo, la petrificación de la época que nos ha tocado vivir.
Yo no sé a dónde irán a parar los cientos, miles o
millones de imágenes fotográficas que pueblan las redes sociales y, en vedad,
tampoco interesa. Sólo sé que mi gente ha encontrado un camino para mostrarse
al mundo en una entrega gratuita nacida desde nuestra cultura de raigambre
campesina. Hay orgullo sano en ello, más allá de la pequeña dosis de hedonismo,
por demás normal y comprensible, desde los tiempos en el que el primer homínido
se miró asombrado en el espejo de la corriente del río.
En el fondo la cultura nuestra sale de los
rincones, de la actitud de erizo espinoso con que reaccionó en el siglo XX. Sin
miedo a la tecnología se suma a ella, la hace suya en la fotografía, y devuelve
al observador la imagen de lo cotidiano. En el fondo hay el deseo de que lo
nuestro no muera, desaparezca o claudique; porque no es la simple estampa de la
persona, sino la cultura orejana en el ciberespacio, la adaptación
contemporánea para no quedarse en el ayer.
Miro a mis paisanos en la nube y pienso en el
Festival de La Mejorana, La Pollera o El Manito. Nuestros muchachos son
herederos de ese mundo del ayer, aquel que mostraba la cultura en una carreta,
porque el transporte tirado por bueyes era la imagen de lo factible, la
fotografía viva de lo que éramos. La juventud, de alguna manera, se ha liberado
de ese yugo de antaño, para colgar en Facebook o Instagram su orgullo
contemporáneo.
Bien sé que vivimos, como siempre, en transición
cultural. Y al ver los comentarios y el “me gusta” no dejo de repetir
mentalmente, como en un rondó musical, hermoso, en verdad, ¡qué hermoso!
…….mpr…
19/IV/2022
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