Debo comenzar señalando que aquellos que han escogido el 1 de noviembre
como la fecha para honrar la trayectoria de vida de quienes han nacido o
residen en el distrito de Los Santos y, en consecuencia, también en la Villa,
no han podido ser más oportunos y certeros. Porque el 1 de noviembre de 1569 y
el 10 de noviembre de 1821 son las fechas por antonomasia de la cultura
santeña. Tales hitos históricos ejemplifican los valores que se acrisolan en el
pecho de los ciudadanos que viven y sienten lo que hemos dado en llamar el
santeñismo y que no es otra cosa que el sano orgullo de haber nacido en esta
tierra; porque ser santeño no es sólo la expresión de un gentilicio o de un
sentimiento, sino un compromiso de patria que trasciende los límites
provinciales y que cohesiona al grupo humano que se asienta en la península
azuerense. Al final el santeñismo es un carácter colectivo, un estilo de vida
con sello propio.
Todo está contemplado aquí, en esta ágora griega de la nacionalidad, en
la cuna del coronel don Segundo de Villarreal y Rivera. Pienso en La Villa de
Los Santos y acude a mi mente la mítica presencia de Rufina Alfaro, el grito y los
próceres de 1821, las correrías en el siglo XIX del general Pedro Goytía
Meléndez, el incansable transcurrir de la corriente del río Cubitá, De Los
Maizales o La Villa, sin olvidar la adhesión del distrito a la separación de
Panamá de Colombia, el 9 de noviembre de 1903. Son muchos hechos y personajes
memorables, tanto como las obras pías de la Sierva de Dios, Ana María Moreno
Del Castillo, los pinceles de Sebastián, Juan Manuel y Raúl.
La Villa es el asiento del poder político, económico, religioso y
cultural que se derrama sobre el resto de la península con apellido de
colombiano santanderista. Son las castañuelas, diablicos y polleras, la efigie
majestuosa del templo a San Atanasio y la bandera bolivariana que flamea a la
entrada de la provincia indicando el orgullo de estar aquí. Enseña que muestra que
entramos a tierra de héroes, a una sociedad que se ha constituido en muralla de
contención a los modismos que quieren convertirnos en copia de otras culturas,
en peleles del titiritero.
Yo arribé aquí hace más de cuatro décadas para plantar mi hogar en la
Capital Histórica de Azuero y procrear a mis hijos y ver crecer a mi nieta. Lo
hice construyendo mi casa a la vera de cerro El Barco, próximo a la emblemática
Feria Internacional de Azuero y en el camino que conduce a Llano Largo.
Debo admitir que con anterioridad ya conocía a La Villa, la había
reconocido en los libros, mapas y otros documentos históricos. Muchas veces
pasé de largo, sin detenerme, pero mirando en la distancia la torre de templo
católico. Por eso morar aquí fue la consumación de la razón y el sentimiento
patrio. La premonición del mundo que alguna vez avizoré.
Entonces intuía y estaba convencido, porque así lo proclamaba la historia,
que algo especial había acontecido en esta ciudad que se yergue y extiende
paralelamente al río Cubitá, con un trazado urbano que trae reminiscencias de
Grecia, Roma y hasta de la antigua Persia, cultura del iranio que florece en el
artesonado del templo santeño. Sí, aún admiro el trazado urbano, el diseño de
tablero de ajedrez, también llamado hipodámico; así como las casas que hablan
de otros tiempos, históricos y gloriosos.
Con esa visión de patria me establecí, y debo decir que con el
beneplácito de los grupos organizados que en La Villa supieron darme el
espaldarazo, la acogida a un santeño que procedía de la vecina Guararé y que
arribaba con ganas de hacer cosas, de contribuir de alguna manera al quehacer
cultural de la tierra del recordado padre Mingo, don Domingo Moreno Del
Castillo, un santeño que amó su tierra.
Yo no sé si tendré algún mérito como para que el municipio me honre en
este día, solo comprendo que ese proceder me compromete a continuar bogando en
pro del santeñismo, sin poses regionalistas y alegría de tunante, pero con la
conciencia clara que vivir en la Villa de Los Santos es ya el mayor galardón
ciudadano.
Milcíades
Pinzón Rodríguez
En
las faldas de cerro El Barco, Villa de Los Santos, a 1 de noviembre de 2024.
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