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Sobre la fructífera vida del doctor
Belisario Porras Barahona Cavero De León se han escrito muchas cosas, algunas
muy certeras, otras difamatorias, como corresponde a los grandes estadistas,
porque no se puede ser Lucero del Sur sin que a alguien le moleste la luz del
astro que desde el firmamento ilumina la noche y resplandece en la madrugada.
Lo cierto es que el muchacho nacido
el 27 de noviembre de 1856 vino al mundo para dejar huellas en la nación
panameña. Y tenemos que imaginarnos a Las Tablas de aquellas calendas, que no
era otra cosa que una pequeña aldea en el escenario de la sabana antropógena que
ha descrito Demetrio Porras Juárez y el también tableño Sergio González Ruiz.
Eran tiempos difíciles los de
mediados del siglo XIX, cuando ha concluido el Ferrocarril Transístmico,
acontece el Incidente de La Tajada de Sandía y los campesinos, junto a Pedro
Goytía Meléndez (Padre del Liberalismo Peninsular) se sublevan por la
imposición de impuestos, mientras el Dr. Justo Arosemena disuelve la Provincia
de Azuero, que apenas tenía 5 años de existencia, ya que había sido creada el 8
de abril de 1850.
La cruda realidad del enfrentamiento
entre liberales y conservadores se toma el país y sus aletazos golpean la
dormilona existencia de la que será, en el siglo XX, la capital provincial
santeña. La mesa está servida para el nieto de Mime (Francisca De León
Moscoso), quien va a crecer en ese contexto social y político.
Al pensar en el momento histórico me acude
a la mente aquello de: “Yo soy yo y mis circunstancia” como afirmara el
filósofo español, don José Ortega y Gasset. Y ese apotegma bien puede ser
aplicado a la vida del doctor Belisario Porras Barahona, que vivió a plenitud
su época y supo ser fiel a ella, muy por encima del camino trillado de la
incomprensión de quienes no valoraban la nueva senda del progreso.
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Porras no es el único santeño que ha
honrado la tierra en que nació, pero si el más emblemático de todos, el que se erige
lumbrera de los campos y arquetipo del hombre de la península en donde nacieron
Segundo de Villarreal, Pedro Goytía Meléndez, Manuel Fernando Zárate, Ofelia
Hooper Polo, Elida Campodónico Moreno, Zoraida Díaz y Ana María Moreno Del
Castillo, entre otros.
Ante un hombre de tal talla
intelectual y ejecutorias ciudadanas, es deber del Estado, así como de las
diversas organizaciones de la sociedad civil, no permitir que la bruma del
olvido empañe la trayectoria del estadista istmeño por antonomasia. Tales
acciones deben ser procederes éticos en esta época tan preñada de actos triviales
y de desgaste de seres que pudieran ser provechosos, pero que se agotan en la
jarana diaria y en el pensar sin pensar.
De lo dicho se colige que razones
tiene la Fundación Belisario Porras para ponderar al Káiser Tableño, no sólo
por asuntos de genes, sino porque los panameños necesitamos con urgencia
fortalecer a los personajes que como Porras deben constituirse, para las nuevas
y viejas generaciones, en actores sociales a los que emular.
Hay muchas maneras de lograr ese
cometido: promover charlas, foros, congresos, publicar revistas y libros, ya
que son variadas las acciones que la Fundación en referencia puede realizar y que
de hecho implementa. Una de tales actividades es la de promover documentales
sobre el hijo de Juana Gumercinda Barahona y el cartagenero Demetrio Porras
Cavero
En el auditorio santeño de la
Universidad de Panamá tuvimos la oportunidad de apreciar el legado de Porras a
través del documental “BELISARIO PORRAS BARAHONA. Arquitecto de una nación”, filmación
que busca presentarlo de una manera distinta, porque el tableño es más conocido
por las infraestructuras que construyó, tanto como las leyendas que se han
tejido en torno a su personalidad subyugante.
En el documental que dirigió el
reconocido cineasta istmeño Alberto Serra, aparece un Belisario poco conocido.
Es una visión que nace desde la infancia del párvulo que creció como otro
santeño más y que se deja reconocer en los libros de su autoría, así como en el
ojo auscultador del Dr. Manuel Octavio Sisnett, BELISARIO PORRAS O LA VOCACIÓN
DE LA NACIONALIDAD, al igual que otro de los escritores que también sucumbe a
sus hechizos, como en el caso del doctor Alberto Arjona Osorio en BELISARIO
PORRAS BARAHONA INFANCIA Y ADOLESCENCIA CON SU ABUELA MIME EN LAS TABLAS.
Estudiar a Porras es aproximarse al
mundo del estadista, al paisano con formación colombiana y europea que continúa
siendo profundamente orejano, aunque cuelgue doctorados y se vista
impecablemente como el dandi que se sabe desempeñar en escenarios del campo y
la ciudad.
En efecto, estamos ante otra hermosa cualidad
del Caudillo, la de ser un ciudadano de fondo y forma. Porque con lo de dandi
quiero decir que viste muy bien Porras, pero piensa mejor el tableño, ya que no
se queda en la simple pose estudiada de quien viste almidonada levita. Y este
también es uno de los rasgos que el hombre contemporáneo debería emular, porque
el éxito no radica en ser pretty, sino en la comprensión y
transformación del mundo en el que se mora. Porque de poco sirve ser señorito
satisfecho u hombre light, sino existe un proyecto de vida que le
permita al hombre trascender.
Por este motivo no me extraña las
vivencias que ha experimenta el cineasta en la creación del documental, quien,
en una de las caminatas, entre toma y toma de las escenas, me confesaba lo
apabullado que se sentía sobre la información que encontraba del tableño, porque
sobraba lo que había que decir del nieto de Mime, y su mayor desafío radicaba
en ser fiel al retrato de una vida proba, así como destacar los momentos más
memorables.
Lograr la filmación en los escenarios
de la infancia, también es otro acierto del señor director Alberto Serra,
porque el espectador puede sentir la emoción del encuentro con la historia. Aún
más, si entre esas locaciones aparece la Escuela Modelo Presidente Porras y su
casa de campo: El Pausílipo. La primera, la edificación de estilo neoclásico,
que en el año 2024 arriba a su primer siglo de existencia, y que es la
expresión del amor de Porras por su patria chica. En cambio, la segunda, representa
la casa solariega que construyera Porras en las proximidades de la playa Las
Comadres, hacia finales del siglo XIX.
De lo dicho se colige que el
documental es más que el reencuentro con la historia y la enhiesta figura del
más preclaro estadista istmeño del siglo XX. En ella encuentra el connacional
la fuerza motriz para continuar bregando por la nación y alimentando los sueños
de una patria grande y soberana. Me refiero al Panamá que le corresponde asumir
los desafíos de la globalización, reinventarse como pueblo inspirado en la vida
honesta y proba de Belisario Porras Barahona, arquitecto de la nación.
......mpr...
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