Los vínculos entre cultura, sociedad y entorno ambiental son antiguos, tanto como la existencia del propio bípedo pensante. Por eso no ha de extrañarnos que la istmeña cultura orejana haya caminado por iguales senderos de realizaciones. Abundan los casos para ilustrarlo: la décima, la mejorana y la bocona, la música de acordeones, la danza y otras expresiones artísticas del panameño.
En cambio, una de las
representaciones más hermosa la encontramos en el traje por antonomasia de la
mujer panameña: la pollera. Interesa, por tanto, dentro de ese mundo multicolor
del pollerón istmeño, destacar lo que acaece con las guirnaldas de la pollera,
entre otros motivos porque el énfasis investigativo ha recaído más sobre sus
orígenes étnicos. Muy poco se ha escrito sobre las guirnaldas, ese conjunto y
entramado de flores, que resulta tan llamativo a los ojos del visitante.
Las guirnaldas de la
pollera, sin demeritar otros componentes, representan la magia y el encanto del
vestido de la panameña. Pareciera como si las lujuriosas selvas, con sus
plantas y flores multicolores, se encadenaran para demostrarnos el verdor de
los campos y la alegría vital que caracteriza al habitante que mora las
provincias interioranas e incluso las zonas urbanas del Istmo. Da la impresión
que la pollera con sus arreglos florales fueran un
grito de advertencia sobre la destrucción ambiental del Siglo XX y de la
presente centuria. En efecto, no es hasta el pasado siglo que la pollera luce
las nuevas guirnaldas que le caracterizan. Llamativo porque en la medida que el
hombre socava el ambiente, la pollera se hace más vistosa e invade con su
guirnalda –resplandor de Natura- los pueblos y la campiña.
Mire Usted que ahora uno encuentra guirnaldas entre las que se asoman palomas, mariposas, colibríes y otros ejemplares de la fauna del Istmo. Nótese que si bien, al inicio de la vigésima centuria, la abuelas zurcían diminutas aves, ahora éstas son de mayores dimensiones en unas guirnaldas que se vuelven decorativas, ya no de la flora, sino de la fauna nacional.
Hay todo un mundo en este
toque tan especial que representa la guirnalda en la pollera. Y es que las
mismas florecen, como las naturales, luego de meses de paciente labor de la
artesana. Zurcido, calado, sombreado, marcado, agujas, dedos, hilos y una
paciencia infinita. Va Usted a las fiestas interioranas y las ve moverse
adheridas a la tela de la pollera, como si quisieran desprenderse de ellas para
acudir presurosas a los bosques y pender de la enredadera a la que pertenecen.
Estas flores sobre el traje típico nacional son más que un elemento ornamental, expresan el arte de que somos capaces, resumen una visión de mundo y pregonan nuestro orgullo de patria. Las guirnaldas en la pollera panameña son tan hermosas que terminan por fundirse con el soporte del que penden; y ahora, pollera y guirnaldas, son una unidad indisoluble. Y allí estriba el secreto de la pollera panameña; las guirnaldas, casi sin darse cuenta, forman el marco propicio para dar lucidez y donaire a la belleza de la mujer panameña.
......mpr..
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