Para Ana Mercedes en sus
quince años.
Con todo el sentimiento de
que soy capaz.
…Papín
Mi nieta, Ana Mercedes, lleva el nombre de santa Ana y el de mi madre.
Ella simboliza muchas cosas en la familia: esperanza, cohesión social y la
semilla que ha de fructificar en suelo abonado.
Nada me llena más que verla, desde aquellos tiempos que iba conmigo a
comprar víveres, época cuando invariablemente traía para ella un libro de
cuentos. Ese es un instante casi idílico en mi memoria; como verla jugar con
Elián, nuestro perro ya difunto, o mirarla arribar corriendo para abrazarnos.
En algún momento, quizás por el influjo de Ana Cristina, su madre- me
llamó Papín y desde entonces no hay abuelo sino Papín, siempre Papín, Papín por
siempre. Nuestra complicidad nació al calor de los viajes matutinos al Colegio
Agustiniano, así como de las conversaciones sobre temas que eran de su interés
y que fluían de manera natural al runrún del automóvil o que se silenciaban
cuando se quedaba dormida en el asiento trasero del carro.
Ella creció entre la histórica Villa de Los Santos y el embrujo de
Guararé. Y a mi eso me enorgullece, porque también soy un poco fusión entre el
grito libertario y el sonar de la mejorana. Ojalá como su madre Ana Cristina y
su tío Antonio Miguel, sea portadora de esa herencia, porque en sus venas
también corren genes de Dallys – su abuela- y la reciedumbre de los Castro
reflejado en la efigie de Elieser, su padre.
Me hubiese gustado que fuera siempre párvula, la niña que transformó mi
perspectiva del mundo, la que supo despertar la ternura y la sonrisa, así como
las terquedades de ser imperfecto. Y ella logró meterme en su bolsillo, porque
no conozca a nadie que haya sido tan diplomático como para solicitarme algo que
necesita sin sentirme obligado a hacerlo y rendirme ante sus antojos.
Con una personalidad de ese tipo no se puede dejar de amar. Con esos
silencios que hablan y con esos ojos que lo dicen todo. Ojalá nunca cambie,
porque siempre fue así, con la capacidad innata de conquistar el mundo y de
salir victoriosa de los conflictos de la interacción humana.
En este momento vive la encrucijada de los quince años, de ir
alejándose de la niña y aproximarse a la adolescente que quiere ser adulta
plena. Difícil este tiempo en la búsqueda de su propia personalidad, porque ya
lo sabemos por experiencia propia. A veces miro a Ana Mercedes sin que ella se
percate, y algo se despierta en mi interior, quizás el ser sobreprotector que
quisiera alejarla de desengaños y problemas innecesarios, pero el hombre
racional se impone para dejarla ser ella misma, porque errando también se
aprende.
Junto a Ana Mercedes disfruto estos instantes de vida y sólo me queda
una especie de congoja en el alma, a saber, que el Altísimo no haya permitido
que sus bisabuelos, Mercedes y Alejandro, estén presente en este instante tan
relevante y lleno de magia. Pero entonces vuelvo atrás y comprendo la
inevitabilidad de lo inexorable y agradezco a nuestra patrona la Virgen de Las Mercedes,
la dicha de compartir este momento tan especial.
En los quince años de mi nieta, confieso que soy un abuelo complaciente
y que, tras la capa de seriedad, Ana Mercedes es la mejor y más brillante
estrella de mi galaxia interior.
Bella Vista de Guararé, a 22 de noviembre de 2023.
Qué dice Ana Mercedes, de tener un abuelo orgulloso de su nieta. Felices 15! Bendiciones siempre.
ResponderEliminarFelicidades Profesor Pinzón hermosas palabras para su querida nieta, muy bella en sus quince años.
ResponderEliminarHermosas palabras que sólo salen del corazón de quien es padre por segunda vez, los abuelos. Felices quinceaños a la nieta y que Dios la guíe por el camino del bien
ResponderEliminarFeliz XV primaveras para Ana Mercedes, la icónica que jamàs se olvida y que añoramos con amor. Tiene una hermosa nieta, que dicha una niña hermosa con muchas virtudes. Que nuestro Señor la acompañe en todo momento, la guarde y la bendiga bajo el arrullo de la Virgen Santìsima. Cariños
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