Hasta donde conocemos, María Cristobalina Ojo, mejor conocida como la Reina María, nació en los primeros años del Siglo XX en El Nanzal, población del distrito de Las Minas. Murió en el año 1982, en un asilo para ancianos de la capital de la provincia veragüense. Sola, olvidada, quizás con nostalgia de su tierra del Ñuco, de donde debió emigrar para radicarse en la costa azuerense.
Le conocí hace muchos años, cuando orgullosa mostraba su diadema de reina en uno de los jardines del Guararé de mis años juveniles. "Es la Reina María", me dijo alguien, y ella bailaba incansablemente agitando sus brazos y distribuyendo besos como correspondería a una digna descendiente de la monarquía.
Desde entonces, siempre he pensado que la Reina María era portadora de una vida que ejemplifica la suerte de muchos campesinos nacidos en las áreas "montañosas" de nuestra península, los que, víctimas de una estructura agraria de expulsión, vienen a radicarse en "el pueblo". Podemos decir Reina María, pero, igualmente, "La Chigarra", "Ñiqui Ñaque" y tantos otros personajes que reflejan en sus vidas grises la suerte del Azuero que pocos se dignan conocer.
Debemos percatarnos que muchos de los apodos que reciben los emigrantes en la costa, lejos de ser un simple mote jocoso, de alguna manera reflejan una especie de actitud discriminadora para con aquellos coterráneos nuestros que residen en las improductivas tierras, en donde, hace quinientos años, tuvieron que refugiarse los indígenas para no ser exterminados por las ballestas, arcabuces y canes de los españoles.
Fallece en un asilo, como ya dijimos, la Reina María. A falta de un diagnóstico médico diremos que murió de melancolía; añorando sus bailes de acordeones. En esto, en mucho se parece a nuestros emigrantes peninsulares, los que residiendo en el Darién histórico, añoran al Canajagua, Cerro Quema y El Tijeras.
En la fiestas María bailaba acompañada por un invisible acompañante; en otras, escoltada por algún tunante empeñado en divertirse a costa de la inocencia de nuestra representante de la monarquía pueblerina. Porque así era la Reina María: menuda, con una "pollera" corroída por el tiempo y una ingenuidad de niña senil.
No cabe duda que la vida de nuestra Reina no fue inútil. Supo mostrar, al que lo quiso ver, su orgullo de mujer de pueblo. De alguna manera sus surrealistas recorridos por las pistas bailables de Azuero -luciendo su diadema-, fueron una no premeditada chanza a los que todavía siguen creyendo en manifestaciones monárquicas que hace largo rato caducaron. Dentro de sus actitudes mentales de mujer poco cuerda, María supo ser la alienante encarnación burlesca de nuestra imagen colectiva de pueblo excesivamente apasionado por las fiestas y los reinados.
Al cumplirse varias décadas de la muerte de la Reina María, elevo una plegaria por esta mujer del Nanzal de Las Minas, la que, desde las profundidades de su mundo de orate, supo emerger para mostrarnos el otro rostro de nuestra sociedad peninsular.
Desde entonces, siempre he pensado que la Reina María era portadora de una vida que ejemplifica la suerte de muchos campesinos nacidos en las áreas "montañosas" de nuestra península, los que, víctimas de una estructura agraria de expulsión, vienen a radicarse en "el pueblo". Podemos decir Reina María, pero, igualmente, "La Chigarra", "Ñiqui Ñaque" y tantos otros personajes que reflejan en sus vidas grises la suerte del Azuero que pocos se dignan conocer.
Debemos percatarnos que muchos de los apodos que reciben los emigrantes en la costa, lejos de ser un simple mote jocoso, de alguna manera reflejan una especie de actitud discriminadora para con aquellos coterráneos nuestros que residen en las improductivas tierras, en donde, hace quinientos años, tuvieron que refugiarse los indígenas para no ser exterminados por las ballestas, arcabuces y canes de los españoles.
Fallece en un asilo, como ya dijimos, la Reina María. A falta de un diagnóstico médico diremos que murió de melancolía; añorando sus bailes de acordeones. En esto, en mucho se parece a nuestros emigrantes peninsulares, los que residiendo en el Darién histórico, añoran al Canajagua, Cerro Quema y El Tijeras.
En la fiestas María bailaba acompañada por un invisible acompañante; en otras, escoltada por algún tunante empeñado en divertirse a costa de la inocencia de nuestra representante de la monarquía pueblerina. Porque así era la Reina María: menuda, con una "pollera" corroída por el tiempo y una ingenuidad de niña senil.
No cabe duda que la vida de nuestra Reina no fue inútil. Supo mostrar, al que lo quiso ver, su orgullo de mujer de pueblo. De alguna manera sus surrealistas recorridos por las pistas bailables de Azuero -luciendo su diadema-, fueron una no premeditada chanza a los que todavía siguen creyendo en manifestaciones monárquicas que hace largo rato caducaron. Dentro de sus actitudes mentales de mujer poco cuerda, María supo ser la alienante encarnación burlesca de nuestra imagen colectiva de pueblo excesivamente apasionado por las fiestas y los reinados.
Al cumplirse varias décadas de la muerte de la Reina María, elevo una plegaria por esta mujer del Nanzal de Las Minas, la que, desde las profundidades de su mundo de orate, supo emerger para mostrarnos el otro rostro de nuestra sociedad peninsular.
Al ver esta imagen tan linda de esta señora , trae a mi vida tantos recuerdos llenos de nostalgia, porque siempre que iba a chitré para las fiestas siempre queriamso ver a la reina María, todos la queriamos, y las fiestas nunca fueron los mismo sin ella.
ResponderEliminarLily
Si yo también la conoci. Y alegraba a todos en el pueblo. Yo ahora vivo con nostalgia de cjitre vivo en Europa y me da mucha nostalgia estás fotos
ResponderEliminarMe ha emocionado este artículo , felicito a quien lo escribió , la Reina María fue una de las almas más inocentes de nuestra península , ella era muy sensible, recuerdo haberla visto llorar porque alguien decía que ella no era Reina , hace pocos días me acordaba de ella y me preguntaba cómo viviría , cómo se mantenía , era muy pobre y pensaba que si estuviera viva como la podia ayudar , estoy seguro que está en los BRAZOS de DIOS , ella nunca tuvo maldad , su inocencia no la dejaba ver las burlas de los chicos y de los no Liu chicos , me pregunto cuantos le habrán dado de comer. Elevó una oración al Cielo por nuestra querida Reina Maria , que descanse en Paz.
ResponderEliminarHermosaaaaa yo la recuerdo éramos un grupo de primas entre 8 y 10 años y la veíamos en Las Tablas para las fiestas de Santa Librada, siempre bien ataviada y sus cachetes pintados de rojo.. Ah. Y no le podías decir Señora se molestaba horrible...
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