Dr.Bernardino González Ruiz (1911-2012)
De los libros que reposan en mi biblioteca personal, entre
los que conservo con mayor aprecio, se encuentra uno que apareció publicado en
el año 1916 – 1917, bajo el título de EL LIBRO AZUL DE PANAMA; texto que por
aquellas calendas se constituyó en muestrario de la sociedad istmeña que vio
nacer la nueva república.. Allí, en la página 347, aparece registrada para la
posteridad la foto de una familia cuyos integrantes dejarían profundas huellas
en la historia provincial santeña, así como en el ámbito nacional. Los
orgullosos padres que aparecen posando junto a su prole responden a los nombres
de Don Francisco González Roca y su distinguida esposa Doña Geraldina Ruiz de
González. Cito ahora el pie de foto, ya que el mismo se constituye en una primera
aproximación al tema objeto de estas cavilaciones, a saber, el homenaje que la
Fundación Juan Antonio Rodríguez ofrece al ciudadano tableño Don Bernardino
González Ruiz.
En el escrito en referencia se anota sobre el padre y la
familia del Dr. González Ruiz: “De edad de 51 años, don Francisco González Roca
tiene la satisfacción de haber hecho mucho a favor de su pueblo. Es
comerciante; pero hasta hace algunos pocos meses en que el Gobierno de la
República puso en licitación la Renta de Destilación, desempeñó el cargo de
Celador de las Rentas Nacionales en la Provincia de Los Santos. Ha tenido 10
hijos con su señora esposa, la honorable señora Geraldina Ruiz de González y fue
el año de 1912 Alcalde del Distrito de Las Tablas.
Es propietario de muy buenos potreros y finca cerca de
esta ciudad y trabaja también en el ramo de la ganadería, en el cual ha
obtenido muy buenos provechos. Posee también una fábrica para la destilación de aguardiente, de apreciable
valor.
Aunque el señor González ha tomado muy poca
participación en la política local del país, no deja de ser un elemento de
conquista, pues sus relaciones son muy numerosas en la Provincia y sus
opiniones personales son atendidas por todos”.
La apretada reseña de la familia de Don Bernardino nos
introduce al entorno social en el que crece el futuro médico egresado de
prestigiosas universidades de París y de Londres. En Las Tablas los hijos de la
familia González Ruiz crecerán en un poblado que les aprecia y les tiene en
alta estima. Sin embargo, advirtamos que una vez completada la escuela primaria,
poco ofrece la capital provincial santeña que permita ampliar el precario horizonte
cultural de la familia tableña. Consciente de ello, los padres optan por
trasladar a sus hijos a la Ciudad de Panamá, urbe transitista en la que
perfeccionan los estudios de nivel medio. Sabemos que para aquella época no
existen colegios secundarios en la Provincia de Los Santos y aún el país carece
de centros de enseñanza superior. Recordemos que desde el cierre, en el Siglo XVIII, de la Real y
Pontificia Universidad de San Javier, los panameños tendremos que esperar la
alborada de 1935 para ver surgir la Universidad de Panamá.
Como Don Bernardino nace en el año 1911, el 11 de
enero para ser preciso, Las Tablas todavía no cuenta con un inmueble escolar
propiamente tal, ya que el edificio de fachada neoclásica de la Escuela
Presidente Porras no fue inaugurado hasta el año 1924, un año después que el hijo
de Doña Geraldina y Don Francisco concluye los estudios en la Escuela Mixta de
Las Tablas. Por ello, allá en la Ciudad de Panamá, le espera el Instituto
Nacional del que egresará, el 8 de febrero de 1929, ocupando un honroso primer
puesto de honor.
Nuestro biografiado crece en un período importante de la
historia republicana. Arriba a la Capital de la República cuando el árbitro de
la política criolla lo era el Dr. Belisario Porras Barahona y en la misma
época, hacia los años veinte, cuando llegan los primeros aeroplanos y el olor a
gasolina comienza a impregnar y saturar las refrescantes brisas que desde el
Canajagua acarician los verdes campos provinciales. Me refiero a la misma
campiña de la que dirá, años después, el penonomeño Rubén Darío Carlos Oberto,
recordando la época de oro de los alambiques: “...ya no huele a mosto la
hermosa tierra santeña”.
Ya hemos aseverado que el ilustre hijo de Las Tablas realiza
los estudios secundarios durante la década del veinte, época caracterizada por
disputas intestinas entre las diversas facciones del liberalismo ístmico, las
luchas del movimiento inquilinario, la labor de Acción Comunal y el despertar
de la capital de la novel república centroamericana que aún no aprende a
gobernarse por sí misma y constantemente solicita a los norteamericanas la
supervisión de sus torneos electorales. Lo cierto es que, independientemente de
tales avatares políticos, el Nido de Águilas era un hervidero de ideas y de docentes
talentosos nacidos en nuestro país, así como de allende las fronteras
nacionales. Instructores que insuflarán en la mente y el espíritu del tableño
la necesidad de ampliar su formación intelectual; verdaderos maestros que harán
posible que una mente privilegiada como la del Dr. González Ruiz encuentre en
Francia e Inglaterra el ambiente a tono con sus aspiraciones. No olvidemos que
el santeño vive en su juventud, directa o indirectamente, el influjo de los zapadores
del nacionalismo panameño al estilo del Caudillo Tableño, Jeptha B. Duncan,
Eusebio A. Morales, Carlos Antonio Mendoza y tanto otros istmeños que dejaron
huellas imborrables en los primeros treinta años de nuestra vida republicana.
El desempeño académico de González Ruiz, al descollar
en el Instituto Nacional, ya vislumbraba un futuro prometedor. En efecto, con
posterioridad lo vemos doctorarse en la Facultad de Medicina de la Universidad
de París (Sorbona), el 19 de marzo de 1938, con apenas 27 años de edad. En
aquella ocasión su tesis doctoral versó sobre “La operación de Parona en el
tratamiento del Varicocele”. Durante ese mismo año se especializa en cirugía
urológica y hacia 1953 retorna al París de sus mocedades para incursionar en
cirugía cardiovascular y torácica. Con anterioridad (1949 – 1950), ya había
asistido al Guy Hospital de Londres.
Al retornar al país, los hospitales Manuel Amador
Guerrera, José Domingo de Obaldía y Santo Tomás, conocieron de su consagración
médica. En esta etapa de su vida el país le vio sacando tiempo para ser Jefe de
Cirugía Torácica y cardiovascular de la Caja de Seguro Social, Capitán médico
del cuerpo de bomberos de David y Mayor médico (ad honorem) de la Policía
Nacional (1951 – 1968).
Las ejecutorías del tableño son numerosas y no
pretendemos aquí entrar a detallarlas. Bástenos con saber que como catedrático
de cirugía fue fundador de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá
(1953- 1969). Ha sido Ministro de Trabajo, Previsión Social y Salud
Pública(1962-1964), representante panameño ante diversos organismos
internacionales, condecorado por asociaciones y gobiernos nacionales e
internacionales, destacándose entre las últimas distinciones las otorgadas por los
gobiernos de Francia y España. A todo ello tenemos que añadir ensayos de su
autoría que se extienden desde el año 1938 hasta 1967.
No se puede menos que admirar el dinamismo que como
médico irradia el Dr. Bernardino González Ruiz; porque a las anteriores
ejecutorias se suma su labor como integrante de agrupaciones políticas. Fue
cofundador del Partido Unión Popular, Miembro de la Coalición Patriótica
Nacional, cofundador del Partido Liberación Nacional, cofundador y presidente
del Partido Acción Democrática, así como cofundador y presidente honorario y
vitalicio del Partido Movimiento Liberal Republicano Nacionalista.
De esta otra faceta del santeño consignamos su
desempeño como diputado, ministro y Presidente de la República. Cabe indicar
que Don Bernardino ocupó el solio presidencial del 17 al 23 de marzo de 1963,
debido a la ausencia temporal del titular Don Roberto F. Chiari. Como diputado
por el Partido Unión Popular representó a la Provincia de Chiriquí (1948-52) y
a la Provincia de Los Santos (1952-56).
De lo dicho hasta el momento, resulta provechoso detenernos
a reflexionar sobre el significado profundo de una vida dedicada a engrandecer a
nuestra cintura ístmica. Primeramente indiquemos que Don Bernardino pertenece a
una hornada de santeños que supo recoger y valorar el aporte de otros coterráneos
que previamente abrieron la trocha regional hacia la academia y la política. Me
refiero a personajes polémicos como Pedro Goytía (abanderado del liberalismo
del Siglo XIX) y Belisario Porras Barahona, doctor en derecho y dirigente
político por antonomasia. Le siguen educadores de la talla de Liberato Trujillo
(1859-1944) o de un José de la Rosa Poveda (1864-1917), para mencionar sólo el
nombre de dos maestros que iniciaron en las letras a una de las generaciones
más brillantes de la provincia santeña. De la misma manera, nacidos algo más de
una década antes que el Dr. González Ruiz, están los emblemáticos casos del
guarareño Manuel Fernando de Las Mercedes Zárate (1899-1968) y el tableño Demetrio
Augusto Porras Juárez(1897-1972), únicamente para hacer alusión a dos conspicuos
representantes de la generación que comentamos.
Nótese que todos ellos son figuras descollantes de la
academia y de la política, luminosos hijos de la península en donde eleva su
cima el Canajagua. Hay en este punto un aspecto que me interesa subrayar,
porque independientemente de lo que representan para el país esos coterráneos
nacidos en la segunda mitad del Siglo XIX y primeras décadas del Siglo XX, el
aporte de dicha generación santeña resulta en extremo importante como paradigma
a imitar por la generación que en los tiempos actuales se estremece ante el
influjo de una sociedad que parece rendir culto a Dionisio y echar al cesto del
olvido a Atenea, como le llamaban los griegos, o a Minerva, según el decir de
los romanos. Incluso hay más, Porras, Zárate y los González Ruiz se constituyen
en símbolos emblemáticos de esa identidad cultural que en otro momento me he
atrevido a denominar la orejanidad. Me refiero al sentimiento que tiene su
génesis en lo vernáculo, visión provincial que trasciende el llamado del
terruño para comprender que el éxito del santeñismo nace de la valoración de la
cultura regional, de la existencia de un humanismo campesino que impregna el
núcleo familiar, corriente social que se perfecciona en su apertura hacia la
sabiduría que irradia el viejo continente, el pragmatismo de la sociedad
estadounidense y la acendrada ética laboral del campesinado que con su amor al
trabajo recuerda el espíritu del nipón. Quiero decir, que la generación de la
que forma parte Don Bernardino comprendió tempranamente que sin renunciar a la
cultura regional, podemos tener acceso a otros estadios de desarrollo humano. Creo
que en ello estriba el aporte fundamental que hace a la región y el país la
generación santeña que comento; y dentro de ella el luminoso modelo que encarna
el Dr. Bernardino González Ruiz.
La Fundación Juan Antonio Rodríguez valora plenamente
lo que expresa, en términos de ejemplo ciudadano, la vida del Dr. Bernardino
González Ruiz. Nada más enriquecedor para las nuevas generaciones que poder
adentrarse en las ejecutorias de los hermanos González Ruiz. Lo hermoso, en
todo caso, nace de poder constatar que al hablar de Don Bernardino,
inevitablemente la mente se ocupa de otros nombres que para él resultan
familiares: Sergio y Francisco, así como los demás hermanos que también han
sido el soporte del prestigio familiar.
Sin regionalismos malsanos, creo que los santeños,
además del sano orgullo que sentimos por nuestros carnavales, reinas de belleza,
acordeonistas y romerías, deberíamos añadir en ese empeño el reconocimiento a
aquellos coterráneos que encarnan lo mejor de nosotros como personas y como hijos
de un pueblo que se presenta al solar istmeño con los valiosos frutos se su
sociedad y de su cultura.
Dentro del grupo del tesón y la inteligencia, hace
largo rato el hijo de Geraldina Ruiz y Francisco González Roca tiene asegurado
un puesto de honor. Consciente de ello, en el día de hoy, a 12 de junio de
2004, dejamos constancia de ello. Siendo así, que la escuela lo pregone y que
los jóvenes emulen la egregia figura del Dr. Bernardino González Ruiz. Si lo
hacen, quizás puedan experimentar el
goce de una vida plena y podrán sentir la misma emoción que experimentamos al
homenajear a un tableño que supo dar lo mejor de sí, legar una vida plena de
realizaciones para honra y prez del hombre que mora en las tierras del Canajagua.
*** - ***
* Disertación del
autor en la Ciudad de Las Tablas, el sábado 12
de junio de 2004, en el acto de reconocimiento al Dr. Bernardino
González Ruiz., en nombre y representación de la Fundación Juan Antonio Rodríguez.
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