David Vergara García es un hombre probo, de los guarareños que han visto
en el doctor Manuel Fernando Zárate un personaje a emular. No hace falta hablar
mucho sobre Vergara García porque las ejecutorias son su carta de presentación.
Nacido en La Enea de Guararé, villorrio marinero ubicado en las proximidades de
la ría que hemos dado en llamar puerto de Guararé, siente un profundo amor por
su tierra natal, al punto que ya lleva libros y artículos publicados sobre la
zona en la que moran las familias Vergara, García, Saavedra, Bustamante y tantos
otros apellidos que hablan de orgullo patrio, laboriosidad, emprendimiento y valores
arraigados en el cogollo del corazón.
El eneense ha sabido ser orejano, en el pleno sentido de lo que el
vocablo porrista significa. Hombre de extracción campesina que en los tiempos
actuales se hace profesional sin tirar en saco roto la rica herencia de los
antepasados, ni renunciar a las esencias lugareñas que se nutren de vientos
cargados de salinidad, así como de los ecos que retumban por la llanería cuando
el badajo de la campana del templo a don Bosco llama a la oración o al postrer
adiós de un paisano.
Yo pienso, sinceramente, y lo creo con la certeza de conocerle, que La
Enea ha de sentirse satisfecha con este personaje suyo, hijo de Ernestina García
Cedeño -en su momento cantante de tamboritos- y el padre David Vergara Díaz,
agricultor de los de antaño, acostumbrado a enfrentar los desafíos que entraña
hacer producir la tierra en esta península tan nuestra.
Ya afirmaba que las ejecutorias son muchas, y en la ruta del camino
correcto. El amigo David es un hombre de carácter, pero no de aquellos que
piensan que quien más grita es quien mejor piensa. Lo sostengo, porque le he
visto defender la cultura santeña, cuando algunos quieren convertir nuestro
folklor en un comodín de intereses personales. A lo mejor por ello estudio folklor,
luego de su formación en relaciones internacionales, profesión que abrazó en la
Universidad de Panamá. Porque de eso se trata, de poder hablar con propiedad,
más allá de la opinión emocional y carente de profundidad analítica.
El guarareño siempre ha sido un puntal valioso en el apoyo a la cultura,
especialmente en la realización del Festival Nacional de La Mejorana, al punto
que su voz en el estrado, durante los días del festival, está asociada al
evento, tal y como lo fueron en su momento las de David Iturralde y Doris Saavedra,
educadores desaparecidos.
Hay una vocación docente en el santeño que es responsable de una cátedra
universitaria en la Casa de Méndez Pereira. Comprende que el conocimiento no
tiene sentido cuando se guarda como prenda, o cuando se luce para fomentar
distancias sociales y dárselas de “café con leche”, como acertadamente afirma
nuestra gente de pueblo. Esto significa que existe un compromiso ético y hasta
complicidad con el estrato social del que se proviene.
Davicito, como le llaman sus amigos, también es cooperativista, porque no
podría ser de otra manera en una sociedad como la nuestra que ha hecho de la
junta, una filosofía e ideal de vida. Ser cooperativista es su orgullo, como el
pertenecer a la Cooperativa de Servicios Integrales José del Carmen Domínguez
R. L., organización en la que ha sido varias veces directivo.
Todo esto nos va perfilando la personalidad del hombre que mora en las
sabanas de la vertiente oriental de la península de Azuero. En esas llanerías
que han visto vivir a tantas generaciones de santeños y herreranos. Y Vergara
García vive el santeñismo, ese estilo y forma de ser que ha marcado la vida del
Istmo y que tantas glorias nos ha hecho sentir. Hablando con él deduzco que vive,
en su alma interior, la congoja que distingue a las mentalidades que son
capaces de experimentar un mundo que los impele a trascender el sentido común;
a aspirar a más, a descubrir recodos ignotos que impregnan el cerebro y empujan
hacia realizaciones colectivas, comunales, de sentido social.
Ya lo dijo el filósofo español José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis
circunstancias”. Y las circunstancias de David Vergara García son las propias
de su entorno, la riqueza de su familia, la fortuna de haber nacido en La Enea,
la formación intelectual que se ha dado y el compromiso de estar al lado de su
gente, con su pueblo y con sus amigos.
Podemos decir con él que estamos contentos de lo que miramos en derredor,
porque destinar la vida al bien común es uno de los mayores logros a que puede
aspirar el ser peninsular. Ser consecuentes con la herencia de los antepasados
es comprender el legado de los que nos antecedieron, aunque atalayando el
futuro; es trascender lo efímero y banal de lo carnal para ascender a los
estadios de lo espiritual.
De lo dicho se colige que la gente que no traiciona al país y su gente
merece el respeto comunitario, la valoración de quienes moramos en esta
península digna de mejor suerte. Por eso la comunidad le reconoce los méritos a
este santeño, le da una palmada en el hombro y le dice “Bien, David, usted es
uno de los nuestros”.
…….mpr…
En las faldas de cerro El Barco, Villa
de Los Santos a 4 de septiembre de 2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario