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02 mayo 2008

RICARDO PÉREZ MARTINIS Y DOMINGO MORENO CASTILLO

Cuentan los cronistas que cuando arriban los españoles a las provincias centrales de Panamá, más concretamente a las tierras natariegas, se impactaron por la organización de la ciudad indígena y observaron cómo nuestros habitantes autóctonos exhibían en la plaza los enseres y artículos para intercambio. Transcurría el Siglo XVI y aquella anotación constituye la primera referencia histórica que tenemos sobre la existencia de una feria popular en esta parte del Panamá Profundo. A partir de allí la institucionalización de las ferias tomó más de cuatro siglos para hacerse realidad. Hoy la Feria Internacional de Azuero es una puerta por la que se tiene acceso al quehacer regional de las provincias de Herrera y Los Santos.

En este contexto festivo y de productividad, la Fundación Juan Antonio Rodríguez se hace presente cada año para ponderar el aporte de los panameños que por sus ejecutorias ciudadanas merecen el reconocimiento público de quienes creemos que el tesón, el trabajo y la inteligencia son los emblemas que alguna vez han de flamear sobre el Istmo.

Para la Fundación es timbre de orgullo el poder presentar la vida proba de panameños notables, como en el caso que nos ocupa, al destacar el aporte de Ricardo Pérez Martinis y Domingo Moreno Castillo; empresario y sacerdote, respectivamente. Veamos algunos rasgos de sus vidas.

a. Ricardo Pérez Martinis, el emprendedor empresario chiricano

Hay nombres que tienen fuertes evocaciones, porque traen a la memoria imágenes de nuestras vivencias comunitarias. Tal es el caso de Ricardo Pérez Martinis, un chiricano que se ha ganado un espacio en el mundo empresarial nacional. Nació en la tierra del Valle de La Luna el 9 de septiembre de 1949, orgulloso del Barú y el “Soy chiricano” de Santiago “Chago” Anguizola. Procede de una familia emprendedora que se ha forjado un nombre a punta de trabajo y confianza en los derroteros nacionales. Todo comenzó cuando Ricardo Pérez García, su padre, en el David de 1956, decidió aceptar la oferta de una empresa automotriz japonesa para distribuir un auto que apenas se conocía en Panamá, el Toyota. Decisión quijotesca que se tomó en la sección occidental de Panamá y que luego se extendió por el resto de la república bajo la razón social de Ricardo Pérez S.A. Así, cuatro décadas después, en 1997, la empresa adquiere los derechos únicos de distribución de la marca nipona para nuestro país.

De esta manera se comprende que el nombre de Ricardo Pérez se asocie, casi inconcientemente, al del vehículo nipón. Hay que acotar, además, que el crecimiento empresarial se ha correspondido con un adecuado relevo generacional dentro del Grupo Corporativo Pérez, porque ninguna semilla prospera sin cae en terreno yermo y no existe preocupación por regarla y despojarla de alimañas.

Don Ricardo Pérez Martinis, nuestro biografiado, forma parte de la segunda generación familiar y es en gran parte responsable del liderazgo de su grupo empresarial. Sin duda, no sólo comprendió la visión de su padre, sino que le añadió un ingrediente importante: una mente lúcida e ilustrada. Posee una licenciatura en administración de empresas de Notre Dame University, casa de estudios que pertenece al grupo de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos de Norte América. Adicionalmente tiene cursos automotrices en Korea y Japón, aparte de la formación administrativa y de seguros que le distingue. Ese éxito empresarial es un trabajo de familia que comparte con sus hermanos Rolando, Leila, Leilani y Marisel Pérez Martinis. Esta visión ha hecho que las inversiones familiares se diversifique para forjar el Grupo Corporativo Pérez que incluye, además de Ricardo Pérez S.A., a empresas como Tambor S.A., Seguros Centralizados y TOFIS Financial Services.

Añada su don de gente, la capacidad para interaccionar con sus colaboradores, y luego podrá comprenderse de dónde nace el éxito personal y empresarial que le caracteriza. Ahora bien, si estos rasgos son importantes para triunfar en el competitivo mundo empresarial moderno, sume la responsabilidad social del chiricano y entonces estará ante la visión de un empresario que trasciende los límites de su negocio. Digo esto porque le hemos visto integrando organismos como la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa (APEDE) e implementando la mística social de se empresa.

Dice un viejo aforismo interiorano que quien siembra cosecha, por eso la APEDE le ha distinguido al declararle Ejecutivo del Año. Además, en la hoja de vida sobresale su labor como vicepresidente de la Corporación Nacional de Energía, el aporte como miembro de empresas bancarias de renombre mundial; tales los casos del Banco del Istmo de Panamá, Banco de Colombia y de Las Bahamas. También es miembro de las Cámaras de Comercio de Chiriquí y Panamá.

Don Ricardo Pérez Martinis, un chiricano que demuestra lo que es capaz de hacer el interiorano osado, culto y emprendedor. Sin regionalismos, superando barreras y con una fe inquebrantable en nuestros destinos.

b. Reverendo Domingo Moreno Castillo, religión y responsabilidad comunitaria

El Padre Mingo, así se le llama cariñosamente a este sacerdote en La Villa de Los Santos. Domingo Moreno Castillo nació el 29 de enero de 1935 en la Heroica Ciudad. Hombre de una vasta cultura, producto de su andar orejano por las tierras santeñas, chilenas y colombianas. Tempranamente se ligó a las labores religiosas; hacia 1942, a los siete años, se desempeñó como acólito del reverendo Pedro Arancibia, entonces vicario de la Iglesia de San Atanasio. En 1952 tenía apenas 17 años cuando viajó a la Ciudad de Panamá para ingresar al Seminario Mayor San José, institución que le acredita como Bachiller en Humanidades. Hacia 1957 estuvo en Chile, en la patria de Gabriela Mistral y Pablo Neruda, para recibirse como Bachiller en Filosofía. En la capital chiulena, y hacia 1959, ingresó en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia. Allí fue alumno de Marco Gregorio Mc Grath, personaje que luego fuera Arzobispo de Panamá. También fue alumno del ya desaparecido cardenal Carlos Oviedo Cavada, Arzobispo de Santiago y Cardenal de la Iglesia Católica. Igualmente escuchó clases de labios del padre Jorge Arturo Agustín Medina Estévez, actualmente Cardenal-Emérito y figura descollante del Vaticano. El mismo sacerdote a quien vimos, el 19 de abril de 2005, proclamando al orbe la existencia de un nuevo papa: Benedicto XVI.

El presbítero Domingo Moreno Castillo también estudio en Medellín, Colombia; localidad en donde, durante el año 1964, concluyó sus estudios sacerdotales. En esa misma década, el 12 de abril de 1964, fue ordenado sacerdote en la Iglesia de San Atanasio de manos del Monseñor José María Carrizo Villarreal.

La vida sacerdotal del Padre Mingo sabe de su peregrinar por las iglesias de la San Atanasio (Villa de Los Santos), San Martín de Porres (Loma de La Pava de la Ciudad de Panamá) y Santa Catalina de Alejandría (Pedasí). Fue Capellán de las Fuerzas de Defensa en el Batallón Panamá con el grado de Capitán y funciones en misión del Medio Oriente. También se desempeñó como capellán general en la Caja de Seguro Social, así como en el Hospital Anita Moreno. La creación de las iglesias de Nuestra Señora de Los Ángeles y de San Pablo Apóstol, en la ciudad capital, deben mucho a su celo sacerdotal.

Una faceta importante de la vida de nuestro biografiado la constituye, más allá de sus funciones meramente religiosas, su apostolado social. Me refiero a su aporte a la educación como director del IPTA (Instituto Profesional y Técnico de Azuero), cargo que desempeñó en el año 1972, luego de haber sido puntal valioso en la creación de dicha institución educativa. De la misma manera el Padre Mingo fue uno de los principales gestores de la presencia en tierras santeñas de la Universidad Tecnológico de Panamá y la Universidad Santa María La Antigua, a la última de la cuales dona una porción de terreno para su funcionamiento. En esta misma línea de proceder destaca su apoyo al Seminario Mayor; institución a la que igualmente donó una parcela de tierra. Alí se forjan los religiosos, siendo una institución adscrita a la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Colombia, y que otorga títulos universitarios.

La lista de realizaciones del sacerdote santeño es amplia y extensa, pero bástenos con ponderar sus desvelos por el pueblo que le vio nacer. Junto a otros meritorios santeños logró la ampliación a cuatro vías de la carretera que atraviesa el poblado, ha sido figura clave para que en La Villa se establecieran algunas instituciones gubernamentales, es un permanente crítico del estado ruinoso en que diversos gobiernos tienen al Hospital Anita Moreno, un nosocomio con 40 hectáreas llenas de herbazales. Además, valoremos su permanente preocupación por la marcha de la Policlínica San Juan de Dios, los desvelos porque en La Villa se construyera el Edifico de Estadística y Censo, así como su interés por el Hogar San Juan de Dios.

De alguna manera el Padre Mingo ha sido más que un sacerdote, se ha constituido en la conciencia crítica de un pueblo colonial y heroico: la Villa de Los Santos.

c. El Padre Mingo y Ricardo Pérez, dos facetas de un mismo proyecto de vida

La vida de los panameños y los aportes que éstos puedan ofrecer al país siempre estará condicionada por el contexto económico, social y político en el que les ha tocado vivir. Pero más allá de ser juguete de la época en la que se mora, los hombres poseemos el libre albedrío y los sueños que revolotean en la mente, porque las utopías son el fundamento de un mundo mejor. Vivir no es sólo comer y bailar, luego de una noche de vino y parranda. Y esto que es válido para el individuo, también lo es para el Estado-Nación.

Los hombres, como las naciones, tienen que contar con un proyecto de vida, para que en nuestro transitar por el mundo no seamos juguete del destino, cual hoja que lleva el viento en el remolino de los tiempos modernos.

Urge que los panameños, más allá del canal y con el canal, aunemos esfuerzos para que no continuemos siendo esa hoja que arrastra el vendaval.(“Hojita de tamarindo la ´quebrá´ se la llevó”). En ese proyecto de redención nacional las provincias no pueden ser convidados de piedra, y los que moramos en el Panamá Profundo tenemos que dejar oír nuestra voz. Hay que comenzar a valorar a nuestra gente, porque desde Chiriquí a Los Santos y desde nuestra Península de Cubitá a Darién, hay hombres probos, inteligentes, trabajadores y honestos. No hay que caminar mucho para encontrarlos, porque pululan por los campos. Tal el caso de este chiricano llamado Ricardo Pérez Martinis y este otro santeño, que como dice nuestro hombre de interiorano, tiene por gracia Domingo Moreno Castillo.

Aprendamos del ejemplo que pregona la Feria Internacional de Azuero, un evento que se proyecta más allá del jolgorio y resume toda una cultura centrada en el trabajo fecundo. El Panamá que queremos tiene que ser el fruto del sudor, porque los panameños no podemos sentarnos a la vera del camino a lamentarnos permanentemente de lo que pudimos ser. De poco sirve el crecimiento económico si el hombre de carne y hueso vive sumido en la pobreza, en el abandono y con una autoestima lastimada, lamiéndose sus heridas, cual can venido a menos.

La Fundación Juan Antonio Rodríguez cree que la cultura de la fiesta debe ser la culminación de la cultura del trabajo. En una sociedad decente el trabajo y el recreo son las dos caras de una misma moneda. El hombre plástico del que habla una famosa canción, el señorito satisfecho que criticó un filósofo ibérico, el hombre Light moderno, resumen antivalores y son la antíteses del perfil del panameño que todos deseamos.

La sociedad inclusiva, aquella que busca integrar a todos, debe tener sus íconos comunitarios. Y debe no sólo tenerlos, sino valorarlos, pregonarlos a los cuatro vientos, para que cunda el buen ejemplo en la nación, la luz ilumine la oscuridad, la inteligencia se imponga sobre la estulticia y la holgazanería sea relegada al olvido. Por esta razón la Fundación ha presentado a ustedes el itinerario de vida de Ricardo Pérez Martinis y Domingo Moreno Castillo, un empresario y un sacerdote, que no obstante lo disímil de sus profesiones, se ven unidos por el lazo común del compromiso con la nación y la responsabilidad para con sus comunidades.

Que se emulen sus respectivos ejemplos de vida, que este homenaje no sea el último y que el destino les cubra de parabienes. Gracias por permitirnos asomarnos a sus vidas y por dejar que compartamos con el auditórium nuestra satisfacción por sentirlos panameños.

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* Disertación el 30 de abril de 2008 en el auditórium de la Feria Internacional de Azuero, durante el homenaje que les tributó la Fundación Juan Antonio Rodríguez.

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