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27 noviembre 2012

CABANGA SANTEÑA


Dr. Sergio González Ruiz

A mediados del siglo pasado, el Dr. Sergio González Ruiz publicó un libro que intituló MOMENTOS LÍRICOS.  En este texto aparece un poema que llamó “Cabanga” y en el que define a ésta como “Íntima música rara, melodía de llanto y pena”. Y traigo el tópico a colación porque no es la primera referencia al término que encuentro en la producción de los intelectuales santeños, sean éstos de cutarra o birrete.
Al parecer hay varias acepciones del vocablo, porque la cabanga también es la melancolía por el amor perdido. Nuestra gente dice que fulano está “comiendo cabanga”, para indicar que atraviesa por algún tipo de pena emocional. Muy llamativo, porque cabanga también es un dulce que parece replicar, en ese sabor tan suyo, el sentimiento que contraría el ánimo. Al final la cabanga viene a ser como una congoja del alma, un dolor que sin ser destructor nos arrincona en un pasado que se vuelve cuasi mítico y al que quisiéramos regresar, pero sin lograrlo.
Hace poco tiempo he vuelto a ver el vocablo en la novela del guarareño Leónidas Saavedra Espino (ESPINO…MENSABÉ ANTES DE AZUERO), quien concluye su  aporte bibliográfico en el marco de una narración que podríamos denominar “cabanga santeña”. Y creo que el tópico es relevante, más allá de una curiosidad cultural y folclórica, porque nos habla de un rasgo de la personalidad colectiva de un notable habitante del Istmo, el santeño y su santeñismo. Siendo así, conviene desentrañar tales secretos y arcanos, aunque parezca una tarea insulsa en una época pragmática, consumista y hedonista. En este punto se impone recordar la historia peninsular, con su sociedad y cultura, porque la cabanga ha de tener alguna génesis en la noche de los tiempos de la región de Cubitá.
Note que lo distintivo del vocablo es la búsqueda de una especie de Arcadia, afán por un ayer que se torna mítico y apetecible, como si en ese tiempo el hombre estuviera más próximo al paraíso y añorara tal época pasada. Así me parece, porque en el caso que nos ocupa hay que tomar en consideración la destrucción temprana de la cultura indígena, sobre la que se impone otra hispánica y afro colonial. Y si esto es correcto, el desarraigo de los tres grupos humanos (indígenas, españoles y negros) tuvo que generar un conjunto de emociones sobre la cultura destruida (indígena y negroide) a la que se antepone un español depauperado que se muestra nostálgico de la otra península, la Ibérica.
Hay razones antropológicas, sociológicas, psicológicas e históricas para pensar que esta modalidad de cabanga tiene su fuerza motriz en esos primeros siglos (XVI al XVIII) cuando se estructura la región y se forma la personalidad colectiva del santeño. El mismo sujeto que para aquellas calendas también habita la actual Provincia de Herrera y que ha sido el caldo de cultivo para forjar una nación, la nación orejana. Esto significa que la cabanga contemporánea (Siglo XIX, XX y XXI) ha sido más el fruto de la aculturación, de una socialización que ha terminado por ser parte y rasgo constitutivo del orejano que mora en la región del Canajagua y Tijeras.
En este punto cabe la pregunta; ¿qué ha hecho que la cabanga perdure e incluso se transmute? Pienso que al antiguo y añejo sentimiento se le han sumado otros “ingredientes” sociales. Como causa estructural añadiría la destrucción de la sociedad tradicional que perduró casi incólume hasta finales del Siglo XIX, aunque su declive arranca desde mediados de la centuria decimonónica y logra su mayor paroxismo luego de la separación de Colombia.
En efecto, durante la primera mitad del Siglo XX la cultura y  economía experimentan un cambio radical, ocasionado que la forma de vida y cosmovisión campesina se aleje del mundo agrario. En consecuencia, esa época de los abuelos se idealiza y se transforma en una literatura que ha sido definida como “ruralista”; fenómeno que se acentúa aún más con los flujos migratorios hacia otras latitudes nacionales. De allí que la cabanga – expresión emocional de una autarquía agraria- se  sublime en música, danza, décimas, acordeón y otros elementos que integran el arsenal folclórico del santeñismo.
Durante la vigésima centuria resulta relevante el rol de la migración del hombre del Canajagua en la nueva expresión de un hombre acabangado. La distancia de la tierra produce nostalgia en el emigrante, así como en los familiares que residen en los pueblos de la península azuerense. Pareciera que durante el pasado siglo -en otro contexto y tiempo- el santeño vive la misma angustia existencial que experimentaron los hombres y mujeres de la Colonia. Por eso la neocabanga santeña es otra expresión cultural de la vida, la economía y el sentimiento, en una modalidad que recuerda la morriña gallega o la saudade portuguesa. Y esto sin mencionar aún la vivencia del hombre afro colonial cuyo desarraigo logra su mayor expresión en la saloma melodiosa y melancólica de Eneida Cedeño. De la misma manera que la cabanga alcanza su concreción en los arpegios del acordeón, el torrente o la décima.
Al respecto, siempre he tenido la impresión que nuestras melodías vernáculas y típicas (música orejana), en una proporción no despreciable, en el fondo se funden en un abrazo entre sacro y lo profano. Expresan un dolor profundo por los enigmas de la existencia. En este sentido encontramos en todo ello una especie de panteísmo, religiosidad, lágrimas y suspiros cósmicos. Por eso la cabanga es un sentimiento tan relevante para comprender la personalidad colectiva del santeño; un hombre de aparente espíritu festivo, pero que camufla en sus fiestas las verdaderas e indescriptibles fibras de su alma.
La lección que se deriva de esta búsqueda en las interioridades de un panameño raizal, resulta relevante en estos tiempos de deshumanización, destrucción ambiental y mercantilismo enfermizo, ya que la incorporación del santeño a la era moderna ha implicado la destrucción no sólo de su economía tradicional, así como de los usos sociales que le distinguieron, sino de su mundo espiritual, de la congoja que él había convertido en cultura campesina
Mire Usted que el declive y destrucción de la cabanga, de la cultura campesina para construir sobre ella a un campesino ligth, no ha sido valorada. Ese cuenco vacío ha de ser llenado con algo, y ante la carencia de un proyecto colectivo de vida, el actuar del santeño corre el peligro de pendular entre la destrucción del ser o la saturación del hedonismo, entre acordeones y rezos, carimañolas y hamburguesas.
Y toda esta agonía regional acaso sea una muestra del dilema en que se encuentra el resto de la nación istmeña; una sociedad que renuncia al ayer, desestructura el presente, juega entre lo sacro y lo profano, se vanagloria de guarismos económicos, pero carece de un proyecto de nación.
Al parecer Panamá es un país acabangado, (come de su propia cabanga y de la ajena) de allí que le duelan interiormente su cultura y su gente. Y el mayor peligro radica en pretender llenar nuestro vacío existencial con eventos epidérmicos, o en el peor de los casos, terminar borrachos de populismo y arrastrados al abismo social por líderes mesiánicos.                                                                                                           ……mpr…                 

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